#reflexionesdecine - Mis 5 películas favoritas de Quentin Tarantino
Hoy las #reflexionesdecine corren a cargo de @PaulPorcoRosso |
Era 1992 y un
joven aficionado al cine de serie B y al spagetthi western estrenó su opera prima, una obra que revolucionaría
el cine y sorprendería tanto a críticos como a espectadores por su frescura, su
violencia y sus diálogos rápidos y vibrantes. Sí, ese joven de Tennessee (que
ahora ya no es tan joven pero sigue dando mucha guerra) era (supongo que ya lo
habrás adivinado) Quentin Tarantino,
y la película de la que hablo, Reservoir
Dogs. Su rotura de la narrativa habitual (destrozaba el cine de tres actos,
y fue de los primeros en hacerlo mediante su escritura "por
secuencias") le valió el título de cineasta más prometedor de los noventa,
y vaya si lo fue. En 1994, Pulp Fiction,
esa obra maestra sobre almas, Yahvé, silencios incómodos, hamburguesas y
relojes de bolsillo fue la confirmación de eso que en Reservoir Dogs se mascaba. Dos películas y ya tenía hecho lo que la
mayoría de cineastas considerados genios conseguían tras diez o quince.
Maravilloso.
Aún sin ser un
fan acérrimo de Django (del que
valoro por encima de todo la increíble e ignorada interpretación de Leo DiCaprio), sigo teniendo a Tarantino en un pedestal, y como ardo
de unas ganas brutales de ver YA MISMO The Hateful Eight, aquí traigo el #reflexionesdecine sobre mis 5
películas favoritas de Tarantino. ¡Vamos allá!
5. El hombre de Hollywood, la cuarta habitación
de Four Rooms (1995)
Esto (pese a ser
sólo el fragmento de una película dirigida a cuatro manos) es sin duda el
trabajo más divertido de Tarantino.
Sí que es verdad que en sus películas hay diálogos y situaciones con un humor
negro muy particular, pero esta es su comedia más cercana al tópico, y si se me
permite, es maravillosa. Des del primer plano-secuencia para enseñar la Suite
del hotel hasta el director crecido interpretado por el propio Tarantino (su mejor papel hasta la
fecha) y sus referencias a Hitchcock,
pasando por las desfasadas interpretaciones de todos los integrantes de la
escena, El hombre de Hollywood es una evidencia más de que en sus
primeros trabajos se encontraba en un éxtasis creativo inigualable.
4. Kill Bill: Volumen 2 (2004)
Ya lo avisé en mi
crítica conjunta de los dos volúmenes de Kill Bill: el primero lo encuentro un
ejercicio vacío de autocomplacencia, y comparar ambos volúmenes (o valorarlos
como una experiencia única) es como comparar al Michael Jordan jugador de
béisbol con el Michael Jordan jugador de básquet (o valorarlos en conjunto como
una sola experiencia deportiva). En la segunda parte del díptico sobre la
venganza sanguinaria de La Novia, Tarantino
echó el resto y creó una de sus grandes obras. O como mínimo, una que lo tiene
todo para serlo: inolvidables personajes (el complejísimo Bill de David Carradine y su hermano Michel Madsen), diálogos rápidos e irreverentes,
pulso narrativo, una dirección espectacular y unas actuaciones magníficas. Lástima
de esas largas secuencias con Pai-Mei que no hacen más que restarle dinamismo a
una trama (ahora sí) absorbente a más no poder.
3.
Reservoir Dogs (1992)
Quentin Tarantino malinterpretó (a sabiendas, de eso estoy seguro) a Maddona después de escuchar Like a Virgin, uno de los himnos pop de
los años ochenta. Ocho años después del lanzamiento de la canción, el de
Tennessee decidió darle una segunda vida, descuartizándola con una conversación
a seis bandas en una cafetería que años más tarde sería testigo de las
andaduras de El Nota y su compinche obsesionado con el Vietnam. El inicio para
una carrera meteórica hacia el Olimpo del cine fue este "atraco
perfecto" que va terriblemente mal. Su rotura de la narrativa de tres
actos, su juego con el tiempo (abundan los flashbacks
y los flashforwards) y el inicio de
sus diálogos electrizantes y divertidos le sirvieron para hacer de Reservoir Dogs una sorpresa mayúscula
que irrumpió en los espectadores como una bocanada de aire fresco en un momento
en que el cine parecía estancado. Es
sobre amor, no sobre pollas, Quentin.
2.
Malditos Bastardos (2009)
Hacer una
película re-imaginando la Segunda Guerra Mundial y cargarse a Hitler es una victoria
máxima. Si en la primera escena de la película acumulas más tensión y miedo
real que en décadas de cine de terror basado en jump scares sólo con la conversación entre un granjero francés y un
general de la SS, y repites el proceso más tarde en un bar con un crítico de
cine británico, una actriz alemana preciosa y otro general de la SS, es de
levantarse y aplaudir. Y si en la escena final Brad Pitt te pone voz y anuncia que esta "podría ser mi obra
maestra", es de sacársela en medio del cine y llorar de alegría mientras
suena Ennio Morricone. Y esa es mi
opinión profesional sobre Malditos Bastardos.
Coñas aparte, se repiten los diálogos magistrales y la violencia, se combinan
con la dirección más audaz del cine de Tarantino
y dan lugar a una de sus clásicas películas de géneros difuminados. George Clooney intentó igualarla con Monuments Men. Fracasó estrepitosamente,
porque esto es casi irrepetible.
1. Pulp
Fiction (1994)
Se puede conocer
a una persona sólo sabiendo su respuesta a la pregunta: ¿cuál es tu momento
favorito de Pulp Fiction? Juguetones
fans de la conversación sobre hamburguesas y masajes de pies entre Vincent y
Jules, violentos seguidores de Marselus Wallace o de Jules en modo "I doubledare you, motherf*cker",
difícilmente impresionables admiradores del increíble monólogo de Christopher Walken o los cañeros
adeptos del Señor Lobo. Momentos y momentos, tantos como personas a las que
preguntes, pero todos coincidirán en reconocer una cosa: Pulp Fiction, además de ser una de las mejores obras de cine jamás
filmadas, desprende el mismo amor por el Séptimo Arte que Tarantino derrocha cuando crea polémica con sus diez películas
favoritas del año, o cuando quiere hacer llegar ese 'cine escondido' de serie B
(o Z) que sólo él y cuatro iluminados (en el buen sentido) han visto. Y eso,
señoras y señores, no se puede explicar con palabras.
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