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[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
La delgada línea que separa realidad y ficción ya ha sido tratada por Fincher a lo largo de toda su filmografía. 'The Game', 'Fight Club', la recientemente estrenada 'Gone Girl' son claros ejemplos. Pero en todas ellas se sufre de sobre-explicación: la vida real y la reinterpretación de la misma por parte de sus personajes se separan de forma evidente en el clímax de la película, para despejar dudas al espectador y que vuelva a su hogar con la lección aprendida. Todo lo contrario ocurre en 'Zodiac': los hechos reales y las falsas pistas alimentan las dudas de policía, medios de comunicación y sobre todo espectador sobre donde se encuentra y donde termina la estela del verdadero asesino del Zodiaco, creando la sensación más de documento histórico que de experiencia fílmica: los crímenes que este cometió durante casi dos décadas, mantuvieron aterrorizados a los habitantes del norte de California. Pero lo que hizo que entrara en el imaginario colectivo de la ciudad y cautivó a Fincher a la hora de realizar esta película de 2007 fue la relación que el peculiar homicida mantuvo tanto con los inspectores de policía como con la prensa local. El criminal mandaba mensajes en clave con referencias a la ópera, al cine o a la astrología (lo que le hizo ganarse tan reconocible apodo), amenazaba con sembrar escuelas de cadáveres, y llegó a atribuirse un total de 37 crímenes sin resolver repartidos por ciudades de todo el norte de California (de los cuales 7 han sido confirmados como suyos y 6 más se tienen archivados como posibles).

Muchos aseguraron haberle conocido, y cientos de aficionados elaboraron diversas hipótesis sobre la identidad del asesino: algunas aventuran que fue arrestado por otros delitos, otros que el susodicho ya había fallecido. Pero la policía de San Francisco nunca confirmó la veracidad de ninguna de estas versiones. Los sufridos investigadores del caso de este asesino en serie siguieron diversas investigaciones, la más fiable la que apuntaba a Arthur Leigh Allen como principal sospechoso. Todas ellas fueron derrocadas (esta última por diferencias con las huellas dactilares y la caligrafía) y aún a día de hoy permanece como una incógnita a resolver. En esta narración coral, retrato de los veinte años de actividad del asesino del Zodiaco, el personaje de Gyllenhaal (que como todos, completa una superlativa actuación) es lo más parecido al espectador, que encuentra en 'Zodiac' un ensayo sobre la obsesión absorbente que atrapa a todos sin dejarles escapar: no es ni un thriller (aunque es tenso) ni una película de intriga (aunque la tiene), pero la atmósfera fincheriana campa a sus anchas por toda la película y provoca la inmersión inmediata de todo aquél que se atreva a inmiscuirse en el proceso investigativo a seis (a veces ocho) manos. 'Zodiac' es un drama sobre una investigación policial sin rumbo ni fin, así que a lo mejor es más apropiado hablar de ella como una investigación dramática.


Una larga (sobretodo) descripción de cómo se recogen pruebas, y lo enfermizo que es el trabajo policial: lento, cansino, minucioso. Descubrir que todo detalle, por pequeño que sea, puede ser determinante a la hora de evitar la muerte de más personas, y lo fatal que es reencontrar ese detalle tiempo más tarde de cuando se tendría que haber hecho. Conocer de primera mano cuál es la inmensa frustración que supone darse de bruces contra puertas cerradas, puertas tapiadas y calles sin salida. Fincher consigue plasmar con elegancia, profundidad, excelencia técnica y sin emitir juicios morales los principales temas de su filmografía: el miedo a lo desconocido y la fascinación por las zonas oscuras del alma del ser humano con este relato sobre un psycho-killer que extiende el pánico entre la población.

La crónica de una época y el clasicismo narrativo aunados en este primer filme moderno de Fincher se aleja finamente de la pirotecnia de obras como 'Fight Club' o 'The Game' y se convierte en todo lo que 'La dalia negra' de Brian De Palma quiso ser pero no pudo. Otra imperdible obra del realizador americano.
[[Crítica de @PauGarcia179]]
Era el año 2002 y había mucha expectación por ver lo nuevo de David Fincher tras sorprender a propios y extraños con ‘Fight Club’, esa obra maestra protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt. Finalmente, David Fincher se decidió por dirigir ‘Panic Room’, cuyo libreto lo firma David Koepp, cineasta responsable del guión de ‘Carlito’s Way’ (Brian de Palma, 1993), entre muchos otros. ‘Panic Room’ explica la historia de Meg Altman –recién separada- y de su hija Sarah, que se trasladan a una mansión de Nueva York escandalosamente lujosa. Sin embargo, tres ladrones invaden su hogar y madre e hija se esconden en “la habitación del pánico”, un refugio con cuatro muros de hormigón, línea telefónica independiente y monitores para controlar el resto de la casa. 


La película empieza con unos planos de la ciudad de Nueva York mientras los títulos de crédito se adaptan al paisaje urbano sobrepoblado de irritante publicidad, para pasar inmediatamente a lo importante del asunto: la descripción de la nueva casa. El problema es que ni David Fincher ni el guionista se toman la molestia de describir mínimamente los personajes. No sabemos nada de la supuesta protagonista, la mujer interpretada por Jodie Foster, ni de su hija en la ficción, interpretada aquí con solvencia por una jovencísima Kristen Stewart (bastante antes de dejarse vampirizar accediendo a protagonizar ‘Twilight’ y sus interminables secuelas). Lo único salvable en la descripción de personajes es el momento de peligro en el que Sarah, la hija, recita los títulos de los álbumes de The Beatles en voz alta para mantener la calma, uno de esos detalles que dan vida a los personajes.

El buen hacer de las dos actrices consigue que nos creamos los personajes y que su devenir en la historia nos importe mínimamente. Por otra parte, en la banda de ladrones tenemos al malo malísimo de turno (Dwight Yoakam), al malo que en realidad es bueno que hemos visto en 300 películas antes que esta (Forest Whitaker) y al supuesto líder de la banda, un niñato pijo interpretado por Jared Leto. Más allá de que Whitaker consigue que le creamos como una buena persona, poco hay que destacar en las interpretaciones de los ladrones.

El malo que es bueno, el malo malísimo y el pijo
Con un desarrollo tan pobre e inverosímil, con esa inexistente descripción de personajes (problemas que ya estaban en el guión), ¿qué vio David Fincher en esta historia para querer llevarla a la gran pantalla, después de haber logrado una obra como ‘Fight Club’? La respuesta la podemos encontrar en ciertos billetes de color verde, o quizás (siendo muy benévolos con el director), la voluntad de transformar un guión más bien mediocre en un digno producto audiovisual que cautivara al espectador no con una gran historia ni personajes, sino con su puesta en escena y estilo.

A favor de David Koepp, el guionista, hay que decir que entre las páginas del libreto ya había atisbos de tensión, suspense y atmósfera asfixiante, elementos que Fincher refuerza sobremanera a través de su atractivo estilo y experta puesta en escena. También, suponemos, debió de ser un reto para el director el rodar en prácticamente todo el filme en un mismo lugar, una mansión cuyo lujo y exuberancia encierra un reverso oscuro cuando se revela contra los personajes que en él habitan.

De acuerdo, 'Panic Room' es entretenida y se sigue con interés. Pero a pesar de esa tensión bien conseguida, de la solvencia de las interpretaciones y del fascinante estilo de David Fincher, el filme encierra en su excelsa forma el más absoluto de los vacíos, una película hueca de una superficialidad alarmante que la condenan en el limbo de las películas bien realizadas pero que no dejan en el espectador el más mínimo poso o recuerdo tras su visionado.  
[[Crítica de @marckwire21]]
Difícil empresa a la que se enfrentó David Fincher tras reinventar el género thriller cuando dirigió en 1995, 'Seven'. Aunque la historia que precede a 'The Game' viene de antes: concretamente casi 4 años antes que el film protagonizado por Pitt y Freeman viera la luz. En 1991 John Brancato y Michael Ferris ('Terminator 3 y 4', 'Surrogates') escribieron el guión original de la película que terminó comprando Metro Goldwyn Mayer para posteriormente ser usado por la productora Propaganda Films. En ella, Kyle MacLachlan y Bridget Fonda iban a ser los protagonistas, dirigidos por Jonhatan Mostow, pero el rodaje que supuestamente iba a comenzar a principios de 1993 sufrió un nuevo cambio unos meses antes ya que, en 1992 el proyecto pasó a manos de Polygram Filmed Entertaiment sin Mostow al mando en la dirección y convertido en productor ejecutivo de la misma. Fue Steve Golin (productor de 'Being John Malkovich', 'Eternal sunshine of the spotless mind', 'Babel') quien compró el guión a MGM y se lo entregó a un Fincher que venía de rodar 'Alien 3'. La experiencia al frente de la tercera entrega de la famosa saga de ciencia-ficción se resume en esta frase que el director dijo: 'I thought I'd rather die of colon cancer than do another movie.' En su mesa estaban ambas propuestas y el realizador americano decidió empezar con 'The Game' antes que con 'Seven', pero cuando Brad Pitt dio el ok a protagonizar la película, esta obtuvo prioridad.

Este hecho le fue de perlas a 'The Game', pues el éxito de 'Seven' ayudó a incrementar el presupuesto que la productora le tenía asignado inicialmente. El director solicitó la ayuda de Andrew Kevin Walker con quien terminaba de trabajar para adaptar y pulir detalles del guión original de 'The Game' en el que, entre otras cosas, ambos dieron al personaje de Nicholas Van Orton el matiz perfecto para crear un hombre totalmente apático, cínico y odioso a más no poder. La elección y visto bueno de Michael Douglas para el papel protagonista fue el pistoletazo de salida para empezar a rodar la producción pese a que este al principio se mostrara un poco reticente debido a la escasa fama de la distribuidora por aquel entonces. Un año antes de su estreno, en el Festival de Cannes de 1996, Polygram anunció que Jodie Foster sería la coprotagonista junto a Douglas, pero Fincher se sentía incómodo poniendo a una estrella de su calibre en un rol secundario e incluso pensó en reescribir el papel de Conrad Van Orton y convertirlo en la hija del mismo para que Foster pudiera interpretarlo. Tras hablar con ella se descubrió un problema de fechas ya que la actriz norteamericana iba a rodar próximamente la adaptación de la novela de Carl Sagan 'Contact' con Zemeckis y le era imposible participar en la película. Tras el no de Foster se preguntó a Jeff Bridges, pero este no aceptó, quizás porque se acababa de estrenar su último trabajo a finales de 1996 'The love has two faces', y tenía en su mano el papel de The Dude en 'The Big Lebowski'. Finalmente sería Sean Penn quien daría vida a Conrad Van Orton. El film se estrenó el 12 de septiembre de 1997. Habían pasado ya seis años desde que Brancato y Ferris escribieran aquel primer guión.


Un inversor económico millonario, irascible, cínico y lleno de manías llamado Nicholas Van Orton (Michael Douglas) recibe durante una reunión con su hermano Conrad (Sean Penn), una invitación exclusiva para participar en CRS, una empresa dedicada al entretenimiento capaz de ofrecer la experiencia definitiva a clientes en busca de sensaciones nuevas. Aunque al principio Nicholas se muestra reacio termina aceptando la invitación de Conrad y se inscribe en el CRS. A partir de ese momento una serie de sucesos extraños empezaran a ocurrir en la vida del arisco millonario donde nada ni nadie es lo que parece ser.

Tras parir 'Alien 3', Fincher tuvo gemelas. Dos bellas y hermosas cintas a las que el realizador americano crió y aplicó todos sus conocimientos, aunque no de manera equitativa. Con la llegada de la pubertad y tras ello la madurez, la más joven de ambas rápidamente encontró pareja estable en detrimento de la mayor, que seguía soltera y sin tener claro que hacer con su vida. El éxito personal y sobretodo profesional de 'Seven' sobrevino en una inyección de moral y ánimo para su hermana mayor ayudándole por fin a salir de esa depresión en la parecía estar a punto de abocarse. Una vez la vida de 'Game' se estabilizó tanto a nivel sentimental como profesional pudo al fin, sentirse libre, sentirse película. La sensación que siempre me produce ver este tercer trabajo de Fincher es la de que 'Seven' se llevó todas las buenas ideas o mejor dicho, se benefició de todas las grandes ideas que tanto Fincher como su guionista Andrew Kevin Walker fueron capaces de aplicarle. Para muestra un botón, el giro final, en una es la pieza comercial que la elevó a lo más alto y en la otra es, de largo, la parte menos creíble y el estorbo más grande del film. Ni comparo ni afirmo que sean similares, iguales o que ambas me transmitan las mismas sensaciones. 'Seven' es una obra maestra de principio a fin y 'The Game'...es la hermana fea. No hay más. 'The Game' es Danny de Vito en 'Twins'.


Esta pieza de relojería fabricada con esmero por Fincher basa todo su potencial en el despiste, en mostrar la cantidad justa y necesaria de información para que el espectador no sepa más de lo debido hasta llegar a la escena final. El realizador americano no trata en ningún momento de que empaticemos con Nicholas, al contrario, en ciertos momentos nos causa hasta molestia algunos de su comportamientos. Fincher quiere que acompañemos y nos sintamos tan desorientados como él, que no sepamos más que lo que el propio Van Orton sabe de lo que está pasando. 'The Game' es un thriller que no aspiraba a otra cosa que a estar en la lista de los mejores thrillers de la historia aportando un nuevo giro de tuerca con su final, un simple juego, valga la redundancia, que Fincher rodó como tal. Una vez la maquinaria de situaciones extrañas se pone a funcionar, el personaje de Michael Douglas entra en una espiral donde el tiempo parece no pasar, el drama viene fijado por la relación con su hermano Conrad, extrovertido, despreocupado y al que Nicholas ayudó en el pasado sumado al suicidio de su padre que por desgracia presenció. Todos los factores dramáticos incrementan esa soledad arisca de Van Orton, su trato con todo el mundo sin excepción es de lo mas repulsivo, seco y antipático. Las escenas con la camarera, con su ama de llaves, con su ex-mujer, con el mendigo del callejón, con el hombre que le pide papel en el baño. Típico triunfador que no acepta la derrota, inmerso en su propios pensamientos. El final es la parte más floja aunque todo en la película este enfocado a él, las pocas situaciones y diálogos que se dan en los 20 minutos finales están más que cogidos por los pelos, los 'y si...' se multiplican en cualquier conversación cinéfila que salga este film nombrado. El suspense hasta ese punto esta generado más por la potencia de sus imágenes visuales y su banda sonora que por la historia en cuestión y donde el espectador, llegado a ese punto, anda ya más que desorientado, anda agotado. Verdaderamente hay quien la considera la peor película de David Fincher, quizás estén en lo cierto, desde luego las tiene mejores como fueron 'Seven', 'Fight Club' o la actual 'Gone Girl', pero si todas las películas malas tuvieran la elegancia y atención al detalle que tiene esta 'The Game' o mismamente 'Panic Room', yo, me doy por satisfecho. Tramposamente entretenida o entretenidamente tramposa. En cualquier caso, hay que reconocer que el primer visionado es el mejor, los siguientes son inútiles, los pocos detalles nuevos que se descubren son inservibles para renovar la valoración. 

La banda sonora está firmada por el ganador de 3 Oscar de la academia y habitual de Fincher, Howard Shore. Sus oscuras composiciones para 'The Game' son geniales aunque algo repetitivas, el piano pausado incrementa ese mundo solitario de Nicholas Van Orton en las escenas que este se encuentra sólo en la mansión y es el mismo piano con esas notas continuas y alejadas del resto las que en los momentos de suspense lo aísla dejándolo a merced de las circunstancias. Nada estridente y con un pulso firme es una de las piezas de la balanza para que 'The Game' mantenga un tono general que acompañado de la fotografía potente de un primerizo Harry Savides, que venía de estrenarse con 'Heaven´s Prisoners', lleven a muchos de los detractores de este film a despreciarla como les gustaría. Un thriller pulido y perfeccionado durante años como si de un reloj suizo se tratara y quizás sea esto mismo lo que le resta interés, quiero decir, un reloj clásico por muy perfecto que sea no pasa de dar la hora y poco mas, quizás cuando la alarma suene salga un pájaro, o una princesa, o un caballero armado, pero de ahí, no pasa, es un reloj y su función es dar la hora, como la de 'The Game' es embaucar al espectador con un guión donde 2+2 no son 4 sino 25, donde la suma de los factores sí altera el producto. Un simple juego, un juego de transición que Fincher matizó tanto como le fue posible y del que sinceramente nadie podría haber sacado más jugo.
[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
The Drop es la primera adaptación al cine de una novela de Dennis Lehane hecha por el mismo autor. Aunque a muchos ese nombre pueda sonarles a desconocido, seguro que han disfrutado de al menos una de sus novelas plasmadas en la gran pantalla: Dennis Lehane es el escritor de los libros en que se basan Mystic River, Shutter Island y Gone Baby Gone (dirigidas las tres con mano de hierro por dos grandes directores asentados y uno emergente). Su temática, como podemos ver, versa siempre en torno al thriller dramático y The Drop no es una excepción.

Según la potente voz en off de Hardy nos informa al principio de The Drop, Brooklyn es el hogar de locales llamados 'bares de entrega', sitios en los que de vez en cuando enormes cantidades de dinero sucio pasan de mano en mano lejos de la vista de la policía neoyorkina. Uno de estos bares es el 'Cousin Marv's', que una noche (que por suerte no es de entrega) es atracado por dos individuos con la cabeza cubierta. La vida aparentemente tranquila de Bob (Hardy) y Marv (Gandolfini), camareros del bar, se verá afectada por la férrea reacción del jefe del local, Chovka (Michael Aronov), un capo de la mafia chechena que les exige que recuperen el dinero. Un día de camino a casa, Bob encuentra en un contenedor un cachorro de pitbull malherido y traba amistad con Nadia (Noomi Rapace), una chica que le ve hurgando en el contendor. El amo del perro, Eric, no tardará en ponerse en contacto con Bob, desencadenando una serie de eventos que no tardarán en cruzar entre sí ambas historias.

Por segunda vez este año (tras el thriller de 2013 "Locke"), el británico Tom Hardy demuestra con su glacial expresión facial que es capaz de actuar mucho mejor que sus músculos y su cara de niño guapo sugieren. Su contenida actuación como camarero de un bar atrapado en una trama de mafia y corrupción en los bajos fondos de Brooklyn no sólo es lo mejor de un thriller plano y cargado de estereotipos, sino que es lo que consigue atrapar al espectador y crear la máxima tensión. Su persuasivo y trabajadísimo acento neoyorkino, aunado con la antes mencionada capacidad del actor para contener sus emociones y a la vez parecer vulnerable, hace el deleite de la audiencia pese a estar asistiendo al desfile de un personaje algo vacío. Incluso le planta cara (interpretativamente hablando) al finado James Gandolfini, quien ofrece un valioso respaldo con no pocos destellos de calidad que recuerdan a su superlativa actuación televisiva en The Sopranos.


El director belga decide abrir varios frentes al perpetrar este thriller dramático. La intriga (que sí está conseguida), que supone un enfrentamiento a tres bandas entre los personajes de Hardy, Gandolfini y Schoenaerts, se mantiene hasta su explosión climática y se resuelve de forma muy satisfactoria con cierto aire a humor negro. Pero el drama no termina de encajar con la trama: la narrativa paralela que usa el director para contar ambas historias no las hace parecer cohesionadas excepto cuando ambas chocan al acercarse el ya nombrado clímax, consiguiendo crear un thriller de esos en los que (me atrevería a decir que al contrario que las tres obras de Lehane llevadas a la gran pantalla) el destino final es más satisfactorio que el camino andado.

No es una opción inválida disfrutar de este tipo de thriller, y es inevitable hacerlo cuando la tensión consigue medirse tan bien como en el nombrado apartado de The Drop, ayudado por la sutil banda sonora de Beltrami y el precioso retrato de Brooklyn de Karakatsanis. Pero resulta que tampoco es un thriller con unos personajes especialmente memorables: aparte de los sobradamente alabados de Hardy y Gandolfini (que se convierten en memorables gracias a sus intérpretes) uno no puede evitar sentirse algo cansado de la mafia este-europea que campa a sus anchas por el cine americano de mafiosos. Aún rehuyendo de la también manida camorra italiana, los jefazos albano-kosovares de Hardy y Gandolfini no pueden evitar ser mucho más que un cliché con piernas que conduce un BMW pagado con dinero negro de la venta de droga, armas, o lo que sea que se dedique la fauna de The Drop.

Valdrá la pena ver cuáles son los pasos siguientes tanto del director de la cinta, Michael R. Roskam, como de las andadas como guionista de Lehane (del que no dudo de sus capacidades en novela) que tiene un estilo aún por pulir. Y, por supuesto, valdrá la pena visionar este entretenido (aunque poco memorable) thriller dramático.

Lo mejor: el personaje creado por Tom Hardy y la fotografía de Karakatsanis.
Lo peor: la no cohesión entre drama y tensión en la trama, y la sensación de que se podría haber hecho algo mayor puliendo el material de Lehane.


Título: The Drop
Director: Michael R. Roskam
Guión: Dennis Lehane
Fotografía: Nicolas Karakatsanis
Año: 2014
Duración: 106 min.
País: Estados Unidos
Productora: Chernin Entertainment / Fox Searchlight Pictures

Reparto: Tom Hardy, Noomi Rapace, James Gandolfini, Michael Esper, Lauren Susan, Erin Drake, Morgan Spector, Chris Sullivan, Michael Aronov, Matthias Schoenaerts, Alex Ziwak, Danny McCarthy, John Ortiz, Elizabeth Rodriguez, James Frecheville
[[Crítica de @PauGarcia179]]

Reconocido fotógrafo (como Stanley Kubrick y tantos otros cineastas), Anton Corbijn se pasó a la realización de videos musicales antes de debutar en la gran pantalla con 'Control'. Su segunda película, 'The American' (protagonizado por George Clooney) no tuvo el mismo recibimiento crítico pero le permitió seguir rodando películas, lo cual ya es mucho. Ayer se estrenaba su tercera película, 'A Most Wanted Man', basada en una novela de John Le Carré y con un reparto liderado por el tristemente fallecido Philip Seymour Hoffman

Un joven ruso consigue llegar a Hamburgo después de superar algunas dificultades para arribar a su destino. Su origen y su nombre musulmán pondrán sobre aviso a servicios de inteligencia de tres países, convencidos que el joven inmigrante es en realidad un peligroso terrorista. Un banquero y una abogada pro derechos humanos parecen ser las únicas personas que conocen su identidad.

La película abre con un estético plano de la putrefacción de las cloacas, con agua que se va moviendo por la pantalla. La imagen, que nos puede dejar atónitos en un principio, puede entenderse (así lo entiende un humilde servidor), como una metáfora del estado del mundo, de cómo funcionan las cosas en el mundo real; una idea que se desarrolla en la película de forma convincente y dolorosamente veraz. Anton Corbijn, en el contexto post-11/9, teje una interesante y notable intriga, un absorbente relato de espías sin acción ni disparos, con una lucidez que puede deprimir por la terrible verdad que subyace en sus fotogramas. Los servicios de inteligencia sirven para, como dicen varios personajes del film, "hacer del mundo un lugar más seguro." Esa es la base y justificación de los servicios de inteligencia, pero a veces no está tan claro si lo que se protege es el estado y no las personas que viven en él, si más bien se defienden los intereses de unos pocos y de unas multinacionales que dominan el panorama económico mundial. 


'A Most Wanted Man' y el personaje interpretado por Philip Seymour Hoffman podrían definirse como el anti-James Bond, pues es justamente la película y el personaje más exactamente opuestos a la creación de Ian Fleming. No hay elegancia, ni trajes perfectos ni el Vésper que toma el agente 007, solo hay amargos tragos de whiskey, ambigüedad moral y un trabajo que puede ir consumiendo el alma. Por suerte, aquí no se incluyen insulsas historias de amor o absurdas tramas secundarias para aumentar el público objetivo; es por tanto, un trabajo honesto de un director que sabe lo que quiere y no quiere renunciar a su idea, y que se puede permitir marcar las distancias con los productores para que los intereses económicos no tergiversen su visión. 

Además de la gran puesta en escena de Corbijn, también favorecen a la película un gran reparto formado por Willem Dafoe, Rachel McAdams, Robin Wright y obviamente, el inmenso Philip Seymour Hoffman. En 'A Most Wanted Man' ofrece su última gran clase magistral de actuación interpretando al espía Günther Bachmann. Al acabar la película, tras admirar su gran interpretación, solo se puede sentir cierta desazón al pensar que no le veremos nunca más en una pantalla de cine (aparte de sus últimas películas no estrenadas) y sentir también como la muerte se lleva también esas grandes interpretaciones que podrían haber sido y que ya nunca serán. El último plano de la película, en la que le vemos alejarse del coche, funciona, indirectamente, como metáfora de su marcha definitiva.

'A Most Wanted Man' es el anti-James Bond, un relato pausado y de ritmo reposado que deja huella. De una lucidez alarmante, su final nos deja totalmente conmocionados y nos recuerda el estado caótico del mundo, la histeria colectiva de la lucha antiterrorista y los injustos prejuicios contra aquellas personas de nombre o religión musulmana. 

Lo mejor: ritmo reposado, ausencia de acción, actuaciones, lucidez, Philip Seymour Hoffman
Lo peor: la verdad detrás la lucidez, no poder ver más en pantalla a Seymour Hoffman

Título: A Most Wanted Man (El hombre más buscado)
Director: Anton Corbijn
Guión: Andrew Bovell (Novela: John le Carré)
Fotografía: Benoît Delhomme
Año: 2014
Duración: 121 minutos
País: Estados Unidos
Productora: IFC
Reparto: Willem Dafoe, Rachel McAdams, Grigoriy Dobrygin, Philip Seymour Hoffman, Robin Wright, Daniel Brühl, Martin Wuttke, Nina Hoss, Rainer Bock, Mehdi Dehbi, Homayoun Ershadi, Neil Malik Abdullah, Vicky Krieps, Kostja Ullmann, Franz Hartwig, Vedat Erincin
Título: Brick
Director: Rian Johnson
Guión: Rian Johnson
Fotografía: Steve Yedlin
Año: 2005
Duración: 119 min.
País: Estados Unidos
Productora: Focus Features
Reparto: Joseph Gordon-Levitt, Lukas Haas, Nora Zehetner, Matt O'Leary, Noah Fleiss, Richard Roundtree, Emilie de Ravin, Meagan Good, Brian J. White, Noah Segan
Crítica de @PaulPorcoRosso

Este es el primer largometraje de Rian Johnson, realizador de la comedia de estafadores The Brothers Bloom, el thriller futurista Looper, y también director de dos de los mejores capítulos de la serie Breaking Bad: The Fly (S03E10) y Ozymandias (S05E14). Su opera prima, rodada por menos de 500000 US$, es una historia detectivesca de intriga con un guión ingenioso e intrincado (escrito por el propio Johnson) con rápidos diálogos, pero con la particularidad de estar ambientada en el escenario atemporal de un instituto.

Brendan Frye (Joseph Gordon-Levitt) es un estudiante de instituto del sur de California, audaz, tremendamente inteligente y solitario que prefiere mantenerse al margen de todo. Cuando su ex-novia Emily (Emilie de Ravin) reaparece en su vida aparentemente con problemas para volver a desaparecer, Brendan se obsesionará por descubrir qué le ha ocurrido a su problemático amor, por el que sus sentimientos son aún muy fuertes. Con la ayuda de su único amigo, The Brain (Matt O'Leary), descubrirá poco a poco los secretos de los alumnos de su instituto y se pondrá en contacto con personajes como Laura (Nora Zehetner), una sofisticada niña rica, el matón Tugger (Noah Fleiss), el yonqui Dode (Noah Segan), la seductora Kara (Meagan Good) y el siniestro y enigmático The Pin (Lukas Haas).


Birck pertenece al llamado cine negro: su argumento y trama bien podrían ser los de una película de Orson Welles o Billy Wilder, incluso de los primeros hermanos Coen, aunque extrapolándolos a un instituto del sur de California y protagonizado por chavales adolescentes. El talento narrativo y sentido del ritmo de Rian Johnson quedan en evidencia en esta su opera prima en la que tira de, a lo mejor, personajes cliché del género (la femme fatale, el protagonista impávido y solitario, el colega freak que le ayuda, el gánster, los matones fríos como el hielo), diálogos punzantes e inverosímiles por la gran inteligencia que encierran sus palabras, y una trama enrevesadísima sobre tráfico de drogas y asesinatos. Su banda sonora, que firma el primo del director, es tensa y acompañante de los momentos más dramáticos de la película.

Yo sin duda lo veo como un homenaje al género, un intenso ejercicio de estilo de un director novel entrando por la puerta grande. Sus personajes, adolescentes que hablan como adultos y en cada frase lanzan dardos envenenados mientras piensan la aguda réplica que darán a la respuesta de su contrincante dialéctico, se asemejan bastante a esos fríos caracteres que dominaban la intriga de sobretodo los 40 y los 50: Boggart, Mitchum y MacMurray en The Maltese Falcon, Out of the Past y Double Indemnity respectivamente. Personajes con un código moral propio e inquebrantable, a prueba de bombas. La fotografía obra de Steve Yedlin se adapta perfectamente a la frialdad y sequedad de los personajes, con calles solitarias y un mundo sin apenas adultos.


Con Brick, da la sensación de estar leyendo una novela de misterio de las que mantienen la intriga y la tensión hasta el final. Un cadáver á la Lynch, un investigador testarudo y tremendamente inteligente, una femme fatal, un gánster poderoso pero frágil, una telaraña indesenredable. Pero con una nueva perspectiva.

Lo mejor: un magnífico Joseph Gordon-Levitt.
Lo peor: como en toda película de cine negro, es algo difícil de seguir al principio por la gran cantidad de personajes.
Título: The Hunt for Red October
Director: John McTiernan
Guión: Donald E. Stewart (basado en la novela homónima de Tom Clancy)
Fotografía: Jan De Bont
Año: 1990
Duración: 132 min
País: Estados Unidos
Productora: Paramount Pictures
Reparto: Sean Connery, Alec Baldwin, Scott Glenn, Sam Neill, Tim Curry, Peter Firth, Stellan Skarsgaard, Richard Jordan, Fred Dalton Thompson, Tomas Arana, James Earl Jones
Crítica de @PaulPorcoRosso

La noche del 9 de noviembre al 10 de noviembre de 1989 fue la caída del muro de Berlín, y con ella se iniciaba el fin de la Guerra Fría y la desaparición de la URSS. El filme The Hunt for Red October, oportunista y conciliador a partes iguales, fue estrenado a mediados de 1990, y trataba quién era el enemigo en estos tiempos tumultuosos. John McTiernan, uno de los más grandes directores de acción de los años ochenta y noventa, perpetrador de hitos del cine como Die Hard o Predator (películas que encumbraron a Bruce Willis y Arnold Schwarzenagger en el más alto pedestal de héroes de acción) es también el realizador de este magnífico thriller de espionaje.

En plena Guerra Fría, el Red October, un submarino nuclear al mando de un prestigioso general de la Unión Soviética, el capitán Ramius (Sean Connery), se interna en el Océano Atlántico con rumbo fijo a los Estados Unidos desacatando las órdenes de sus jefes. La CIA, preocupada por si su pretensión es atacar el país, encarga al agente Jack Ryan (Alec Baldwin), un analista y biógrafo, a que se ponga en contacto con él para conocer sus verdaderas intenciones. The Hunt for Red October es la primera adaptación al cine de los libros de Tom Clancy, y una muy buena película de espionaje y acción.


Primero de todo, es de justicia destacar la imponente banda sonora compuesta por el griego Basil Poledouris, con momentos cumbre como los títulos de crédito inicales, o los finales, y la sobrecogedora escena del canto del himno soviet. Una maravilla sonora. También la acertada elección de actores, como Alec Baldwin para el papel del analista más famoso de la CIA (pese a su escaso protagonismo), Sam Neill, James Earl Jones y un jovencísimo Stellan Skarsgard es otro gran triunfo de la película de McTiernan. Pero el verdadero acierto es hacer una película de Jack Ryan con poco Jack Ryan.

Porque aquí, y que me disculpen Alec Baldwin y Tom Clancy, Jack Ryan no es más que un invitado. El verdadero protagonista es un excelso Sean Connery otra vez en la cumbre de su carrera, que interpreta al complejo capitán Marko Ramius, soberbio e indiscutible. Amén de las actuaciones y el apartado sonoro, la barroca composición de planos del director de fotografía (que más tarde se convertiría en director) Jan De Bont convierte The Hunt for Red October en una película claustrofóbica y sobrecargada visualmente, cosa que ayuda de manera brutal a la entrada en el argumento. Además, el tratamiento espectral de la luz y el color convierte el filme en una magnífica experiencia a nivel visual.


La película pero, tiene un fallo que impide que se convierta en una obra maestra. El pulso narrativo de McTiernan, con un profundo desarrollo del nudo de la historia, se tuerce en un apresurado desenlace. Además, también está la poca profundización en los personajes (sólo Raimus está bien definido) y algún agujero de guión resuelto con la "suerte" de Jack Ryan. Igual todo es obra de McTiernan: como su dirección, sólida y fría, sus personajes son fríos y calculadores, incluso faltos de dimensión humana. Una pena.

Eso sí, dentro del subgénero bélico de submarinos, e incluso del de espionaje, The Hunt for Red October es una de las TOP. Una entretenidísima y tensa película de acción con la Guerra Fría como telón de fondo.

Lo mejor: Sean Connery, y el himno de las fuerzas soviéticas cantado en las profundidades del océano dentro del Red October. Piel de gallina.
Lo peor: el apresurado final, y algún que otro agujero de guión.
Título: Gattaca
Director: Andrew Niccol
Guión: Andrew Niccol
Fotografía: Slawomir Idziak
Año: 1997
Duración: 106 min.
País: Estados Unidos
Productora: Jersey Films / Columbia Pictures
Reparto: Ethan Hawke, Uma Thurman, Jude Law, Loren Dean, Alan Arkin, Gore Vidal, Xander Berkeley, Elias Koteas, Ernest Borgnine, Tony Shalhoub, Blair Underwood, Maya Rudolph, Lindsey Ginter, Jayne Brook

Presentada (y gran vencedora) en la 30 edición del Festival de Sitges, en el ya lejano 1997, Gattaca es la mejor obra y a la vez la opera prima del director (y guionista) Andrew Niccol. El neozelandés, después de dirigir spots publicitarios en Londres, se mudó a Los Angeles para triunfar en la industria del séptimo arte. Le fue negada la dirección de su primer guión, The Truman Show (por el que ganó el BAFTA en 1998), y su respuesta fue la película de culto de la que hablo en esta crítica.

Gattaca es la historia clásica de superación a varios niveles. En una sociedad futurista en la que el esperanto está extendido (lo único en lo que se equivoca Niccol), en el que sólo se puede ser perfecto, y se separa a la gente por estratos genéticos, las ansias de conocimiento de un hombre 'no válido' (pero siempre ansioso por superar "la última frontera"), Vincent, le llevan a romper barreras en todos los ámbitos. El argumento, además, es duramente realista y tremendamente atemporal dentro del marco de la ciencia ficción. Gattaca no va a quedar demodé, y salvando las distancias (que son muchas y muy grandes) podría ser nombrada como la 2001 de la década de los noventa. Inspiró e innovó a partes iguales.

El ADN, la escalera de caracol de Vincent.

Técnicamente, la confección de la sociedad futura en la película marca el inicio de una tendencia que se ha extendido hasta el cine actual: el minimalismo como buque insignia. Un estilo decorativo cuestionable, pero que en este caso aporta información a la trama, hablando más que muchos personajes sobre la sociedad del momento. Es fría, distante, sin adornos, metódica, casi robótica. Pero, dentro de la frialdad de las casas y los ambientes de trabajo, la fotografía aporta un plus de color, de calidez. Una suerte de baño de luz reconfortante, muy evidente en las escenas que comparten Ethan Hawke y Uma Thurman. Dos personajes cuya historia romántica (aunque bonita) es lo peor de una cinta de muy buena calidad.

¿Quién es Vincent? Y lo más importante, ¿qué es Gattaca? Vincent es el nuevo Victor Català, aquella mujer que escribió bajo el nombre de un hombre grandes novelas en una sociedad machista. Y Gattaca es el sentido de la vida comprimido en una cadena de siete bases nitrogenadas. El código genético de nuestra existencia, la sociedad, y la muerte en silencio, expresado en un lenguaje Universal: el cinematográfico. Ácido desoxirribonucleico trabajando para ser aún mejor de lo que a priori puede llegar a expresar. Pero sobretodo es una película para olvidar que Andrew Niccol es el hombre detrás de The Host.

Lo mejor: diseño de producción, fotografía, guión, Jude Law. Si no has visto este clásico moderno de sci-fi, ¿a qué esperas?
Lo peor: que sea lo máximo que nos pueda ofrecer Niccol.


P.S.: ojo a la aparición estelar (y momentánea) de Dean Norris antes de Breaking Bad. ¡Sorpresa!
Título: Enemy
Director: Denis Villeneuve
Guión: Javier Gullón (basado en la novela de José Saramago, 'El hombre duplicado')
Fotografía: Nicolas Buldoc
Año: 2013
Duración: 90 min.
País: Canadá
Productora: Coproducción Canadá-España; Rhombus Media / Roxbury Pictures / Mecanismo Films
Reparto: Jake Gyllenhaal, Mélanie Laurent, Sarah Gadon, Isabella Rossellini, Jane Moffat, Tim Post, Laurie Murdoch, Darryl Dinn

La carrera de Denis Villeneuve ha dado un vuelco desde que en 2009 dirigiera la recreación de los crímenes de la Politécnica de Toronto con Polytechnique. Desde entonces, sus películas han sido un éxito entre crítica y público: Incendies, aclamado thriller dramático adaptado de una obra teatral de Wajdi Mouawad, y Prisoners, uno de los grandes thrillers de los últimos 5 años. La película que aquí nos ocupa, Enemy, no va encarado a ser un gran éxito en taquilla, sino a ser su propia 2001, en el sentido de la controversia, dificultad y disparidad de opiniones que puede causar. Cabe destacar (en esta producción ibérico-canadiense) el libreto escrito por el guionista español Javier Gullón.

Adam Bell (Jake Gyllenhaal) es un profesor de historia en una Universidad de Tornto (¿la politécnica?) con una vida monótona que roza el tedio más absoluto. Todas las clases que imparte parecen iguales, todos los alumnos miran con los mismos rostros de incredulidad ante las enseñanzas (muchas veces repetidas) del profesor. Por recomendación de un profesor compañero suyo en la Universidad, va a descubrir a un actor idéntico a él, que intentará encontrar desesperadamente... Enemy se basa en la novela de José Saramago 'El hombre duplicado'.

"I don't know."

Un tercio de película Villeneuve se lo debe a Jake Gyllenhaal: solo un actor potente podía solventar el papelón que se le propone en este filme. Él se mantiene solvente, interpretando a los dos personajes protagonistas de una manera diferente, con lo cual si se está atento es imposible perderse (como mínimo en la identificación de personajes). Otro tercio, a la banda sonora que causa desasosiego e incomodidad a deliciosas partes iguales. Y el último tercio, a su magnífica dirección de cámara. El encuadre de Villeneuve tiene magia. La magia del thriller más puro, la magia del caos reordenado. Si en Prisoners el canadiense se acercaba a la atmósfera enfermiza de Fincher y Eastwood, en Enemy plasma una suerte de Lynch kafkesque. Entre lo onírico, lo caótico y lo indescifrable, Villeneuve teje una red indesenredable y a la vez intrigante.

Al contrario que mi compañero @PauGarcia179, yo sí me voy a aventurar un poco a desenmarañar esta telaraña de duro tejido. Enemy es, para mí, la reflexión sobre la identidad e individualidad del ser humano (más concretamente del sexo masculino), hecha película. La búsqueda de Adam de su doble no es más que una búsqueda en su interior, una suerte de interiorización exteriorizada. Cree que conociendo a Anthony podrá llegar a conocerse a sí mismo, que él le va poder a definir como persona individual y única. No deja de resultar curioso, que se usen las arañas en varios momentos del filme, un animal cargado de simbolismo.

"¿Estaré loco, Jake, o somos la misma persona?"

En culturas que creen en la reencarnación es el ciclo continuo de transformación, la transmutación del ser humano durante el camino de la vida. En sus apariciones oníricas, representa engaño astuto, un mal que acecha cual cazador acecha su presa: una muerte lenta, poco a poco, carcomido por el veneno. También es un símbolo de sensualidad y sexo, sexo que en Adam es entendido como brutal, como casi una violación. El único hobby que le saca del tedio infernal de su rutina aburrida y dictatorial. La araña es una animal que crea, pero que a la vez destruye. Son las dos caras de una misma moneda. Son Adam y Anthony.

Me gusta el cine que pregunta mucho pero responde poco. A un plato fácil de digerir (Guillaume) le ha seguido un filme durísimo de roer. Y estoy contento de haber elegido Enemy. Durísima de ver, durísima de recomendar. Pero para el paladar exacto, un manjar más que exquisito.

Lo mejor: brillante presentación del personaje de Adam, brillante introducción de la película, brillante final, brillante actuación de Jake Gyllenhaal. No haber entendido del todo el filme y tener que volver a verlo.
Lo peor: sólo tengo palabras bonitas para esta rara obra del canadiense de moda.

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