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[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
Alexander Payne, el director de las historias sencillas, el cineasta que mejor combina drama y comedia sin que desentone nada, nos trae otra vez una encantadora película, 'Nebraska'. Fue nominada a la Palma de Oro y a nada menos que 6 nominaciones de los Óscars, pero, por culpa del altísimo nivel de este año (y doy gracias por ello), finalmente no se ha llevado ningún premio. A pesar de no alzarse con ninguna estatuilla, 'Nebraska' es, sin dudarlo, una de las mejores películas del año. 

Woody Grant (Bruce Dern) es un anciano convencido de haber ganado un millón de dólares por un correo publicitario que recibe, y aunque para todos resulta obvio que se trata de un engaño, él, un buen hombre que siempre se ha creído lo que la gente le decía, se cree también el correo y decide ir a reclamar el premio hasta Lincoln, Nebraska. Con tal fin, pedirá a su hijo menor, David (Will Forte) que le lleve en coche hasta su destino. 

Ésta es la primera película de Payne en la que no trabaja como guionista, pero tras visionarla, no sorprende que decidiera rodar este film, porque se ajusta perfectamente al tono y al tipo de relatos que acostumbra a contar: historias sencillas, de gran realismo y con unos personajes de carne y hueso. El director de Nebraska, como siempre, se mueve entre el drama y la comedia, como un reflejo de la vida misma, donde también hay momentos para la risa y para ponerse serios. El desconocido Bob Nelson debuta con este brillante libreto -que ya querrían para sí muchos guionistas experimentados- y nos habla, a través del género road movie -nada nuevo para Payne, quién ya lo utilizó, con mucho éxito, en 'Entre Copas' (Sideways, 2004)- de la relación entre Woody Grant y su hijo David, de la vejez y de la avaricia que aparece cuando hay dinero de por medio. 


La fotografía en blanco y negro se utilizó, según palabras del propio director, porque, aparte de que siempre había querido rodar en este formato, "porque es un estilo visual tan austero como lo es la vida de los personajes". Aunque este estilo visual sugiera lo contrario, lo cierto es que 'Nebraska' es, por momentos, una película muy divertida y por otros, una película muy seria cuando los personajes que transitan en ella sacan a la luz lo peor de la naturaleza humana, la codicia que carcome el alma de quiénes ven una oportunidad de conseguir un puñado de dólares a costa de la benevolencia de otros seres humanos. 

Con una dirección sobria, en consonancia con la austeridad del estilo visual y de los propios personajes, Payne se concentra en sacar lo mejor de los actores, y vaya si lo consigue, solo hace falta ver las nominaciones de Bruce Dern y June Squibb en las categorías de mejor actor y mejor actriz secundaria, respectivamente. Son dos papeles que permiten lucirse a sus protagonistas, a Dern por lo triste, indiferente y distante de Woody Grant, y a Squibb porque se lleva las líneas de guión más divertidas.

Alexander Payne lo ha vuelto a hacer: ha elaborado una película encantadora, dramática, divertida y emocionalmente compleja, con unos actores y actrices que se lucen y una historia que te llega al alma, un relato que habla de las emociones y situaciones que ocurren en la vida real, no en el universo paralelo de la mayoría de las películas comerciales.

Lo mejor: los actores, el humor, el guión... prácticamente todo.
Lo peor: los prejuicios por no ver una película rodada en blanco y negro.
[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
El multipremiado director y guionista Alexander Payne vuelve a la carretera en su nueva película, Nebraska, la primera en la que trabaja con un guión ajeno. Pese a haber dicho en varias entrevistas (1 y 2) que no le gustan las road-movies, la de este año ya es la tercera en su haber tras About Schmidt (A propósito de Schmidt, 2002) y Sideways (Entre copas, 2004). Ganadora del premio al Mejor Actor en el Festival de Cannes (para Bruce Dern), nominada a 6 premios Oscar, y en casi todas las listas de lo mejor del año, supone un retrato intimista de la relación entre un padre en plena decadencia senil y su hijo menor.

El residente de Montana Woody Grant (Bruce Dern) es un anciano alcohólico con síntomas de demencia, padre de dos hijos, David (Will Forte) y Ross (Bob Odenkirk), y casado des de hace muchos años con Kate (June Squibb). Un buen día, Woody recibe lo que él cree que es un premio de un millón de dólares, y decide emprender un viaje hasta Lincoln, Nebraska. Su hijo David le acompaña para pasar un poco de tiempo con su (algo) decrépito padre, y afianzar su relación, perdida por los desvaríos etílicos de Woody.


Pero de Woody (más allá de su alcoholismo manifiesto, su mala relación con sus hijos, y una mujer que no aguanta la decadencia de su marido) no sabremos nada. Es una hoja en blanco: un interrogante vacío. Una joya de otro día, como la fotografía en blanco y negro con la que se nos muestra el periplo quijotesco del viejo hombre y su hijo que ve en este viaje la única oportunidad que le queda para arreglar la rota relación paterno-filial. Así pues, Quijote/Woody (un Bruce Dern en la mejor interpretación de su carrera) quiere un millón de dólares que le han tocado por sorteo. Todo el mundo le intenta quitar la idea de la cabeza, pero él cree firmemente lo que pone en el papel: lo único que quiere es dejar algo para sus hijos, más que las deudas que todo el mundo le reclama. Y Sancho/David le acompaña, pese a saber que la campaña no será más que un desastre absoluto. O un triunfo brutal, ya que su finalidad es comprender como piensa su padre.

¿Es Nebraska un drama o una comedia? podrá preguntar el lector inexperto en la filmografía del niño-listo-de-la-clase Payne. Mi respuesta es que, como todas sus películas, Nebraska tiene momentos dramáticos, otros absurdos, otros divertidos. Vida en el sentido más fidedigno de la palabra. El tiempo no lo para nadie, y la decrepitud se apodera, paso a paso, de todo el mundo.

Lo mejor: un guión simple que en las manos de Payne se convierte en una genial historia. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso es obligado recordar la genial A Straight Story de David Lynch.
Lo peor: coexistir con tan buenas películas en todos los festivales en los que ha cosechado gran número de nominaciones pero, por desgracia, muy pocos premios.
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