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Una crítica de @TRuibal

'Anomalisa' es una cinta desgarradora, dolorosamente creíble y sin un mensaje esperanzador al que agarrarnos. Pero también conmueve con su sutileza e inquieta con su ácido sentido del humor.

El último y personalísimo proyecto de Charlie Kaufman recurre a una ambientación y tonalidad aséptica y fría, en contraposición con la coloridad vitalista que es habitual en las cintas de animación, para acercarnos al insoportable vacío de su protagonista, un cincuentón británico más solo y perdido que Bill Murray en aquel hotel de 'Lost in translation'.


La falta de elipsis en situaciones rutinarias, y la inquietante repetición de rostros y voces para -casi- todos los personajes, resalta la vocación de la cinta de hacernos partícipes de ese tedio, ese ahogamiento que todos hemos sentido, o tememos sentir algún día, del que nuestro protagonista cree encontrar una vía de escape en una noche de debilidad.

Es pues 'Anomalisa' una suerte de distopía emocional tristemente cercana, un grito de auxilio en un mundo con una sola voz, una nota de suicidio sin destinatario. Y es, en definitiva, una experiencia para descubrir por uno mismo.



[Una crítica de @TRuibal

Surcar los mares. ¿Existe acaso sinónimo mayor de aventura? Desde el tormentoso viaje de vuelta a casa de Ulises en ‘La Odisea' de Homero, a los delirios a ritmo de Bowie del documentalista Steve Zissou en el Belafonte, aquel colorista submarino de ‘Life Aquatic', las travesías marítimas en la narrativa siempre han supuesto peligro, incertidumbre y catarsis.

Siguiendo esta línea nos llega ‘En el corazón del mar', dirigida por el siempre efectivo (y efectista) Ron Howard, quien trae a la gran pantalla la historia “real” que serviría a Herman Melville para escribir la epopéyica ‘Moby Dick', novelón paradigma de la lucha entre el hombre y la bestia, y referencia clave de películas como ‘Tiburón’ o la ya citada ‘Life Aquatic'.



En la cinta de la que nos ocupamos hoy, el último superviviente del ballenero Essex (interpretado por un siempre acertado Brendan Gleeson) relata a un Melville, en pleno proceso de documentación para su novela, la lucha que muchos años atrás él y el resto de la tripulación del barco libraron contra un mastodóntico y vengativo cachalote.

Así pues, a través de flashbacks nos acercamos a la figura de Owen Chase, primero a bordo del Essex (Hemsworth), al que se le ha negado la capitanía del navío en virtud del noble George Pollard Jr. (Benjamin Walker), hijo de un pez gordo de la industria y sin la experiencia necesaria para tal empresa. La tensión entre los dos personajes, uno de los puntos a priori más interesantes del film, acaba siendo más descafeinada de lo que promete, focalizando, quizás en exceso, la carga dramática en la lucha de los protagonistas contra el monstruo y contra la propia muerte. Evidentemente esto nos deja un buen puñado de escenas de acción en alta mar, algunas de ellas de gran factura, como la primera aparición del titánico cachalote y sus consecuencias. Eso sí, algo menos de CGI y más secuencias rodadas en el mar hubiesen sido de agradecer (sin llegar a los extremos de pantalla verde de ‘Piratas del Caribe', gracias a Dios).

Grandilocuente y épica como una tormenta en el océano, ‘En el corazón del mar' es una buena opción para este mes de diciembre, antes de que los filmes navideños y ciertas guerras intergalácticas monopolicen la cartelera. Muy cuidada en el aspecto técnico, con algunas escenas marítimas dignas de mención, merced a un guion y unos personajes que, sin maravillar, están al servicio de esa travesía suicida por el Pacífico. La banda sonora, a cargo del excelente Roque Baños, es convincente, y el reparto está en líneas generales a buen nivel… lo que nos hace llegar a la pregunta del millón: ¿es digno Chris Hemsworth de “levantar el arpón”? Mientras siga dando la impresión de que se interpreta a sí mismo, sí.

Eso sí, su tan cacareada pérdida de peso es más bien mérito del equipo de caracterización en un par de planos que una verdadera transformación del actor. Aunque, bien pensado, quizás ya nos llegó de superhéroes desnutridos con Christian Bale en ‘El maquinista'…



Una crítica de @TRuibal




“¿Cómo funciona la mente humana? ¿Qué hay dentro de nuestra cabeza? ¿Por qué somos como somos?”. La insondable profundidad de nuestra psique es, sin duda, el mayor misterio sin resolver sobre nosotros mismos. Tenemos teorías, convenciones y pocos, muy pocos, hechos objetivos, un caos que la cinta que hoy nos ocupa reúne y llena de color (y de verosimilitud). La nueva película de Pixar‘Inside Out', gran éxito de taquilla en Estados Unidos y recibida con entusiasmo en Cannes, tiene su semilla en el momento en el que la hija de su co-director, Peter Docter (Monstruos, S.A., Up), pasó al cumplir los 11 añosa ser una niña mucho más introvertida, como le sucede paralelamente en la cinta a la pequeña Riley, al mudarse de su idílica Minnesota natal a una gris jungla de asfalto como San Francisco.



Pero la travesía por los sentimientos y emociones de la niña comienza mucho antes; desde su nacimiento se nos presenta un cosmos mental que hace que Riley sea Riley, personificado en las cinco emociones primarias: Alegría, Tristeza, Asco, Ira y Miedo. Cada una de ellas toma el mando de su cabeza según las situaciones que se presentan, desarrollando así diferentes facetas de su personalidad. Así pues, y sin querer desvelar más detalles del argumento, la crisis emocional queRiley vive al verse sacudida su vida por la inesperada mudanza se traduce en su mundo interior al perderse Alegría y Tristeza en la profundidad de la mente de la joven, lejos de la “Central” desde la que gestionan sus emociones.

El estallido de la acción inicia una “aventura-para-volver-a-casa”, desarrollada en paralelo a los apuros que el resto de emociones pasan para lidiar con la difícil situación de Riley, formando un cuadro muy al estilo de Pixar, que aúna imaginación, un gran sentido del humor y entornos y personajes llenos de colorcon referencias a conceptos psicológicos: los sueños presentados como unos estudios de cine, el subconsciente como una cárcel… conceptos didácticos pero cargados de ironía y guiños al público adulto. Esa conjunción entre realidad y fantasía marca de la casa, que consigue llegar por igual a públicos de todas las edades.



Pero como en todas las grandes películas del estudio de animación, su ‘target’ real es el niño que todos llevamos dentro, y ahí reside la mayor genialidad de la cinta: apelar a esa figura y recordarnos de un modo muy melancólico lo que se queda en el camino cuando crecemos, la pérdida de la inocencia y la aceptación de la tristeza como proceso vital.

‘Inside Out' es, en conclusión, un nuevo canto a la vida de Pixar, desgarrado pero lleno de vida,alegre pero lleno de morriña. Un golpe en la mesa de la productora, que desde ‘Up’ no nos brindaba una nueva propuesta a su altura y ahora nos deleita y sorprende de nuevo. ¿Es esta odisea por la mente humana la mejor película de la compañía? Juzguen ustedes, pero sin duda forma parte ya, junto a juguetes, peces, robots y globos, del particular Monte del Olimpo de Pixar.


[[Crítica de @TRuibal]]

Killing a priest on a Sunday… that’ll be a good one.

Retratar una sociedad compleja, transversal y con una extensa gama de claroscuros ha sido siempre uno de los más grandes desafíos de la narrativa. Del bullicioso Londres de Dickens a la Roma de dioses caídos que Paolo Sorrentino nos muestra en ‘La Gran Belleza’, un “aquí y ahora” puede trascender cualquier barrera cultural y pasar a formar parte del imaginario colectivo. Y precisamente esto es lo que busca la cinta que hoy nos ocupa.

En ‘Calvary’, (que nos llega, qué sorpresa, casi un año después de su estreno, aún habiendo cosechado el Premio del Jurado Ecuménico en la Berlinale 2014), John Michael McDonagh sitúa metafóricamente el monte Calvario, lugar en el que Jesucristo fue crucificado, en un remoto pueblo irlandés, en eterna lucha entre una majestuosa y cruda naturaleza, filmada con la confianza de quien sabe que paisajes de tanta potencia visual no necesitan mayor aderezo, y las desilusionadas vidas de sus habitantes, todos ellos víctimas y verdugos de sus pequeñas realidades.

El deambular de este rebaño tiene como piedra angular a James Lavelle, pastor de la comunidad y figura omnipresente en la cinta. Magistralmente interpretado por un Brendan Gleeson que derrocha carisma y compasión, en un papel que hace patente que Gleeson se entiende a la perfección con McDonagh. Actor y cineasta repiten la sociedad iniciada en esa suerte de “western irlandés” que es ‘The Guard’ (pésimamente traducida en nuestro país como ‘El Irlandés’), y que se alargará como mínimo en otro trabajo, ‘The lame shall enter first’, todavía en fase de preproducción.


Desencadena la acción un largo plano fijo en el que el padre Lavelle es amenazado de muerte por un miembro de su comunidad, que busca castigar a un “pastor íntegro” por los terribles abusos que sufrió en su infancia a manos de un cura pederasta, ya fallecido. Siete días es todo el tiempo con el que contará el párroco para poner las cosas en orden antes de enfrentar su fatal destino.

Uno de los grandes méritos de la película es precisamente la tensión narrativa que consigue crear esta sorprendente amenaza que, aparte de marcar el tempo del film, nos ayuda a comprender el interés del protagonista en dedicar el poco tiempo con el que cuenta a, en vez de intentar salvar su alma, salvar la de sus feligreses. Interpretados por un extenso reparto a buen nivel en líneas generales, en el que encontramos un socarrón doctor cargado de cinismo, un joven inadaptado al que le gusta Dolly Parton, una adultera masoquista o un millonario petulante que necesita presumir de un dinero que no sabe disfrutar. A James le apena y le frustra ser testigo directo de la vanidad y el rencor de sus parroquianos, encontrando únicamente amor en su hija (la angelical pelirroja Kelly Reilly), incapaz aún de comprender que entrase en el seno de la Iglesia tras morir la madre de ésta.


La variedad de situaciones y personajes provoca algún breve altibajo durante el desarrollo de la cinta, en el que el nivel de interés de la misma decae ligeramente, pero esto no tumba una propuesta firme que tiene bien claro hacia dónde va en todo momento. McDonagh sabe mezclar con elegancia drama, comedia y algunas dosis de ‘thriller’ para someter a Irlanda a una deconstrucción, muy lejos de visiones idílicas como las de ‘El hombre tranquilo’.

‘Calvary’, a través de la particular crucifixión de un hombre que simboliza todo lo que la Iglesia debería ser, dibuja un país marcado por el catolicismo como seña de identidad, el vínculo popular que supone el alcohol, la aceptación del IRA como un estamento de la sociedad, el desarraigo de su carácter terrenal celta… todo pasa por los ojos de un resignado padre Lavelle que, pese a todo, quiere a su rebaño.


Como habréis podido apreciar, escribe esta crítica un nuevo rostro de la página. Mi nombre es Tomás Ruibal y, tras haber finalizado mis estudios de Producción Audiovisual en la EMAV de Barcelona, busco adentrarme en el mundo del cine por todos los flancos. Llego pues a ‘Siempre en V.O.’, con ganas de aprender y de compartir mi amor por el séptimo arte con todos vosotros.

Podéis seguirme en Twitter en mi perfil, @TRuibal, y ver los dos cortos que hasta ahora he realizado con ‘Hazte Fun’, productora en ciernes, en nuestro canal de YouTube: https://www.youtube.com/channel/UCLSgy0thHmbGNhA8t03l4-g.
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