Donde empieza el Oeste
[[Crítica de @PaulPorcoRosso]] |
El residente de
Montana Woody Grant (Bruce Dern) es
un anciano alcohólico con síntomas de demencia, padre de dos hijos, David (Will Forte) y Ross (Bob Odenkirk), y casado des de hace
muchos años con Kate (June Squibb). Un
buen día, Woody recibe lo que él cree que es un premio de un millón de dólares,
y decide emprender un viaje hasta Lincoln, Nebraska.
Su hijo David le acompaña para pasar un poco de tiempo con su (algo) decrépito
padre, y afianzar su relación, perdida por los desvaríos etílicos de Woody.
Pero de Woody
(más allá de su alcoholismo manifiesto, su mala relación con sus hijos, y una
mujer que no aguanta la decadencia de su marido) no sabremos nada. Es una hoja
en blanco: un interrogante vacío. Una joya de otro día, como la fotografía en
blanco y negro con la que se nos muestra el periplo quijotesco del viejo hombre
y su hijo que ve en este viaje la única oportunidad que le queda para arreglar
la rota relación paterno-filial. Así pues, Quijote/Woody
(un Bruce Dern en la mejor
interpretación de su carrera) quiere un millón de dólares que le han tocado por
sorteo. Todo el mundo le intenta quitar la idea de la cabeza, pero él cree
firmemente lo que pone en el papel: lo único que quiere es dejar algo para sus
hijos, más que las deudas que todo el mundo le reclama. Y Sancho/David le
acompaña, pese a saber que la campaña no será más que un desastre absoluto. O
un triunfo brutal, ya que su finalidad es comprender como piensa su padre.
¿Es Nebraska un drama o una comedia? podrá
preguntar el lector inexperto en la filmografía del niño-listo-de-la-clase Payne. Mi respuesta es que, como todas
sus películas, Nebraska tiene momentos
dramáticos, otros absurdos, otros divertidos. Vida en el sentido más fidedigno
de la palabra. El tiempo no lo para nadie, y la decrepitud se apodera, paso a
paso, de todo el mundo.
Lo mejor: un guión simple que en las manos de Payne se convierte en una genial historia. Las comparaciones son
odiosas, pero en este caso es obligado recordar la genial A Straight Story de David
Lynch.
Lo peor: coexistir con tan buenas películas en todos los
festivales en los que ha cosechado gran número de nominaciones pero, por
desgracia, muy pocos premios.
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