Lars (von Trier) y una (otra más) chica de verdad, la crítica de 'Nymphomaniac vol. II'
Un mes después de Navidad, me acerco al cine para acabar el visionado de
las reflexiones sexo-filosóficas de Lars
von Trier. Nymphomaniac no es
una película para todos los públicos (sin hablar ya de edades), pero que el
genio danés es un divisor de opiniones nato no es nada que nos venga de nuevo. Seguimos
la acción donde la habíamos dejado: Joe (Gainsbourg)
aún no ha terminado de contar su epopeya sexual al viejo Seligman (Skarsgaard): ocho capítulos que se
adentran más y más en el tortuoso mundo de la adicción al sexo. Perdón, de la nimfomanía.
Nymphomaniac ya de por sí
(dejando en segundo plano su argumento, forma y ejecución) me parece una película muy destacable sólo por su estilo
novelesco, tanto en la estructura por capítulos como por la descripción de los
espacios. Todos los apartamentos, casas o almacenes que vemos están medio
vacíos: la narración de von Trier es
la de Joe (otra mujer torturada por el genio danés), una narración incompleta,
en la que se escapan detalles sin importancia, como el color de las paredes,
los cuadros, o más o menos libros encima de las mesas o en las estanterías. Lo
más importante es la historia, el sentimiento de culpa, el egocentrismo
negativo de su protagonista. Los momentos de tensión sexual, violenta o verbal,
y los de calma momentánea en los que Joe inspecciona tanto a la habitación de
invitados de Seligman (que ahora sí que se nos presenta como un ambiente
detallado) como la verborrea adoctrinadora del profesor judío, en busca del
título de su próximo capítulo.
En este segundo volumen la debutante Stacy
Martin (joven Joe) cede el protagonismo absoluto a Charlotte Gainsbourg (Joe adulta) Así pues, tras el cliffhanger sexual con el que acababa el quinto capítulo (y con él
el primer volumen de Nymphomaniac),
restaban sólo tres para finalizar la narración de este oscuro cuento sobre sexo
y vida. El sexto, que trata de la pérdida del amor y del límite entre dolor y
placer (con sus correspondientes e impagables escenas de sado); el séptimo,
sobre un arrepentimiento inalcanzable; y en el octavo (y último) capítulo
(homenaje a Godard y su "lo
único que se necesita para hacer una película es una mujer y una pistola",
y al espía inglés de la Walther PPK), la demoledora culminación de la trama, la
clausura de un círculo, y el destrozo final del espectador usando sólo el
sonido y la pantalla a negro. La pesca con mosca se convierte en el nudo
Prusik, la polifonía de Bach en Beethoven.
Sándwich de pavo con pan integral. |
Durante el mes de diciembre escribí una crítica de Melancholia en la que decía que, según mi opinión, ésta era la
segunda fase de toda depresión, la aceptación, dejando a entrever que en Nymphomaniac esperaba la tercera fase,
una salida de dicha depresión, un atisbo de luz al final del túnel. Lars von Trier nos da esa luz, nos
enseña los rayos de sol a través de los edificios cimentados en una sociedad
enferma, maldita y prejuiciosa, para luego fundir a negro y eliminar todo
rastro de esperanza. Porque todo el mundo sabe (lo ha visto mil veces en el
cine) que para que una semiautomática funcione, primero hay que poner una bala
en la recámara accionando la corredera.
Lo mejor (volúmenes I y II): los capítulos cuatro, cinco y ocho, Jamie Bell, el descubrimiento de Stacy Martin, el genio de von Trier.
Lo peor (volúmenes I y II): pese a una experiencia muy completa y excesivamente disfrutable, tiene algunos altibajos.
Director: Lars von Trier
Guión: Lars von Trier
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Año: 2013
Duración: 124 min.
País: Dinamarca
Productora: Coproducción Dinamarca / Alemania / Francia / Bélgica; Zentropa Entertainments
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgaard, Stacy Martin, Shia LaBeouf, Connie Nielsen, Christian Slater, Nicolas Bro, Jesper Christensen, Uma Thurman, Caroline Goodall, Kate Ashfield, Saskia Reeves, Jens Albinus, Sophie Kennedy Clark, Mia Goth, Omar Shargawi, Severin von Hoensbroech, Jamie Bell, Willem Dafoe
0 comentaris: