85 minutos en el coche
Crítica de @PaulPorcoRosso |
John Locke, filósofo nacido en Bristol, consideraba que todos
nuestros conocimientos derivaban de la experiencia. De ella provenían y a ella
se reducían. La experiencia de nuestro Locke
cinematográfico, protagonista de la película de nombre Ivan, variante rusa del
hebreo Juan/John, está plagada de errores garrafales. Errores en los cimientos
de su persona, un vacío en su niñez que hará que una pequeña grieta acabe con
el desmoronamiento de su persona. El primer filme como director de Steven Knight (que también firma el
guión de esta cinta) fue el también estrenado este año thriller protagonizado
por Jason Statham, Hummingbird. Pero quizás lo que le ha
abierto el camino hacia la dirección es incluso más importante que su primer trabajo:
él es el firmante del libreto de Eastern Promises (dirigida por David
Cronenberg) y creador y coguionista de la serie Peaky Blinders.
Locke, sigue el camino de thrillers como Buried, con una sola localización (un coche, un ataúd) y un sólo
personaje en pantalla (Tom Hardy, Ryan Reynolds). Su similitudes, eso sí,
terminan aquí. Las diferencias entre ambas producciones son abismales. En el
filme de Knight, los personajes
secundarios (como en Buried, sólo
voces al otro lado del teléfono) son complejos y profundos, y el drama (tanto
de ellos como del personaje de Hardy)
se antoja más cercano y se siente más adentro. Una película como Locke sólo se sustenta sobre los
hombros tanto de un buen guión como de una buena interpretación del
protagonista. Durante esos 85 minutos que pasamos encerrados en el coche con
este atormentado jefe de obra, sufrimos sus males y acompañamos en su viaje
hasta Londres, mientras vemos que progresivamente su nivel de estrés aumenta y
el personaje se vuelve paranoico. Tom Hardy
transmite a la perfección todo lo que Locke
siente, el torrente de emociones que desembocan en ese punto concreto de su
existencia: un trayecto en coche hasta la ciudad de Londres. La convergencia de
tres hechos en ese punto justo del calendario prometen acabar con los nervios
de un hombre dolido y magullado.
La dirección y el
montaje, sin alardes ni espectaculares movimientos de cámara, se fija en las
expresiones de Locke, con un uso
casi obsesivo de los primeros planos y los planos medios. El trabajo de fotografía
tampoco reinventa la profesión, abundando en él tópicos de retrato de
carreteras nocturnos como los desenfocados y las luces difuminadas por la
velocidad de los coches que las emiten. Lo justo y necesario. Un viaje por
carretera de noche ya tiene un juego de luces y sombras suficiente como para
contar una historia oscura y dramática, cosa que Haris Zambarloukos aprovecha sin maravillar al espectador. El
aspecto técnico que sí es destacable por su negativa contribución a la
narración es la banda sonora de Dickon
Hinchliffe, que generalmente brilla por su ausencia, y cuando no, es simple y tópica.
En Locke, un Tom Hardy barbudo conduce hasta Londres en un BMW. No hay apenas
tráfico, ni persecuciones, ni accidentes, ni explosiones. Sólo él, el coche, la
carretera, y un sinfín de llamadas telefónicas esperando a ser atendidas. Esta
lucha de un hombre solo contra las adversidades que se presentan en su día a
día es la muestra perfecta de que el cine simple y sin pretensiones también
tiene su cabida en la pantalla grande.
Lo mejor: la actuación de Tom
Hardy y un guión sólido que sustentan la película.
Lo peor: una banda sonora muy floja.
Director: Steven Knight
Guión: Steven Knight
Fotografía: Haris Zambarloukos
Año: 2013
Duración: 85 min.
País: Reino Unido
Productora: Coproducción Reino Unido-EEUU; IM Global, Shoebox Films
Reparto: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland
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