The Proclaimers animan la tarde des de Edimburgo
Director: Dexter Fletcher
Guión: Stephen Greenhorn
Fotografía: George Richmond
Año: 2013
Duración: 100 min.
País: Reino Unido
Productora: Black Camel Pictures / DNA Films
Reparto: Peter Mullan, Antonia Thomas, Jason Flemyng, Freya
Mayor, Jane Horrocks, Paul Brannigan, George MacKay, Kevin Guthrie, John
Spence, Robert Yates
Crítica de @PaulPorcoRosso
We will rock you,
Hoy no me puedo levantar, Mamma Mia!, Viva Forever. Queen, Mecano, ABBA, Spice
Girls. Y a esta lista se unen The
Proclaimers. Este filme es otro ejemplo de cómo confeccionar un musical
alrededor de las canciones de un grupo pop. Este estilo de realización de obras
musicales, más versado al mundo del teatro que al del cine (sólo Mamma Mia! se llevó a la gran pantalla)
acostumbran a ser no tanto historias con profunda trama y férreos valores, sino
espectáculos para rememorar tiempos dorados para la música pop. En Sunshine in Leith, Davy y Ally vuelven tras cumplir el servicio militar en la guerra
de Afganistán a su ciudad natal de Edimburgo en el bonito barrio de Leith, para
encontrarse con sus respectivas parejas: Ally con Liz (Freya Mayor) y Davy con Yvonne (Antonia Thomas). A su vez, Rab y Jean (los padres de Davy y Ally)
planean la celebración de sus bodas de plata. Todo va bien, hasta que se revela
una parte del pasado de Rab que amenaza con destruir a la familia y separar las
tres parejas para siempre.
Sunshine in Leith se basa en un musical de éxito en la Gran Bretaña, y no
es más que la trillada historia de desengaños y reencuentros en tres historias
amorosas. En ella, la trama se urde a través y gracias a las composiciones del
dúo musical The Proclaimers, natural
de Escocia. Se la puede acusar de bobalicona y sensiblera, sí, pero mantiene el
humor natural de todos los musicales: hay un par de números que recuerdan a clásicos
como Seven Brides for Seven Brothers
o Singing in the Rain (la canción
del pub o esos planos secuencia del
final), pero la mayoría se acercan más a la mediocridad de los contemporáneos
como Mamma Mia!, en la que se notaba
que la película estaba escrita para las canciones y no al revés como en los
clásicos. Tampoco da la sensación de que aspire a reinventar el género, cosa
que juega a su favor en el sentido de que Sunshine
in Leith es lo que es, ni más ni menos.
Lo que sí podemos
destacar, amén de un par de números brillantes y sus pegadizas canciones, son
las interpretaciones, histriónicas como requiere una película de estas
características. Los actores y actrices dan rienda suelta a su expresividad
facial y expresan sus alegrías y tristezas mediante coreografías excesivas y
canciones explicativas. Además la ciudad de Edimburgo (más en concreto el
barrio de Leith) es un personaje más de la película. Retratada con enorme
encanto y una visión muy colorista (que casan a la perfección con la historia que se está contando) por el director de fotografía George
Richmond con estupendos planos aéreos y generales de esta hermosa ciudad
portuaria de Escocia.
Sunshine in Leith no es más que la versión de The Proclaimers de los musicales que versan en torno a un grupo
musical: ligero y en ocasiones divertido, con canciones medio conocidas y sobre
todo pegadizas, cuya gran virtud es no pretender ser más que eso, una simpática
y fresca historia para una tarde de verano en el cine.
Lo mejor: la banda sonora pegadiza, canciones reconocibles y los
últimos números musicales. Se disfruta como pasatiempo veraniego.
Lo peor: abundan los tópicos, una más en el montón de las
comedias románticas, pero en versión musical.
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