#reflexionesdecine - Mis 7 películas de terror favoritas
Hoy, las #reflexionesdecine corren a cargo de @PaulPorcoRosso |
Mi plan para la
noche del 31 de octubre era bien sencillo: un pack de seis cervezas, un par de
pizzas congeladas, una bolsa de patatas, mi grupo de amigos, un televisor,
cuatro películas de terror y diez horas de sustos y risas por delante. No soy
muy dado a ver cine de terror, pero cuando lo hago, lo hago bien. Las películas
escogidas: The Green Inferno (me la
perdí en la edición de Sitges del año pasado y la curiosidad me puede para ver
qué nos trae el Oso Judío), The
Sacrament (un Halloween sin Ti West
y su narrativa casi asiática no es un Halloween completo), Slither (para celebrar el triunfo de Gunn en las riendas de Guardians
of the Galaxy) y Martyrs (para venerar a la nueva ola
de cine de terror francés -que no conozco para nada, pero queda bien decirlo).
El resultado: el sueño nos vence antes de llegar al cachondeo de James Gunn y abandonamos hasta el año
que viene.
Pero estas cintas
y mi plan magnífico para celebrar el sinónimo americano de Tots Sants (yo cuando era pequeño comía castañas y panellets y veía El Sexto Sentido) no son lo importante ahora. Aprovechando que
acabamos de pasar la noche del treinta-y-uno de octubre y que nada apetece más
cuando hace un poco de frío que pasar miedo en un sofá, me lanzo a escribir
esta lista de mis siete películas de terror favoritas. *Aclaración: es una lista de las películas de terror que más me gustan, no
de las que me han dado más miedo: en esa lista la primera sería The Descent (2007)*
7.
Braindead (Tu madre se ha comido a mi perro) (1992)
Hablar de Braindead (una de las primeras películas del que todo el mundo conoce como el director de El Señor de los anillos) es hablar de una de las mejores comedias terroríficas de
todos los tiempos, hecha por y para desquiciados (y a mucha honra, oiga). Es gore por excelencia: priman el
cutrerío (sobretodo), el humo para crear ambientes sórdidos, el pus verde, los
corazones al aire, los destripamientos, las amputaciones, y los litros y litros
de sangre más falsa que un euro con la cara de Popeye. Películas como The Evil Dead (la de 2012, no jodamos),
The Human Centipede II, A Serbian Film o las seis secuelas de Saw (cuya primera parte es una más que cojonuda cinta de intriga) han desprestigiado un género que toca
la cumbre cuando se trata a sí mismo de parodia: si existe el 'gorexplotation',
Braindead es su reina madre. Además
de todo esto, la película con el cachondo título-spoiler de la traducción
española Tu madre se ha comido a mi
perro tiene una doble lectura como una historia de relaciones
materno-filiales obsesivas llevada al extremo. Una delicia imperdible para los
fans del género o para todos aquellos que busquen iniciarse en él.
6. Los
pájaros (1963)
Así como soy de
los que piensa que con el tiempo Psicosis
se ha ido quedando como una obra casi maestra del suspense más que como la
película que en los sesenta "hizo salir a la gente de las salas
aterrorizada" por lo terrorífico y sanguinario de su propuesta (mi único
comentario va a ser el cliché: eran otros tiempos y la gente era más
impresionable), veo en Los pájaros
una intensa producción que lejos de perder su tensión e incluso miedo con el
tiempo, se ha mantenido como baluarte atemporal del cine de terror del hombre
con la silueta más reconocible de la historia del celuloide. Violenta (sobre
todo para su época), espectacularmente bien dirigida, y lo que es peor,
ambigua, juega a saltar a la comba con el miedo inherente al ser humano a lo inexplicable,
tanto con su final abierto como con el montaje en ciertas escenas o la
irracionalidad de los ataques perfectamente sincronizados de los pájaros.
Muchos intentaron interpretarla, y Hitchcock
se mantuvo incorruptible ante las demandas de espectadores y críticos a
explicar sobre qué iba exactamente Los
pájaros. Nunca lo sabremos del cierto, y yo prefiero que sea así.
5.
Posesión infernal (1981)
Un grupo de
jóvenes se disponen a pasar un fin de semana en una cabaña en el bosque. Están
todos los arquetipos del adolescente americano, y se disponen a darlo todo en
una fiesta sin fin que de seguro va a acabar en bacanal. O no, porque ajenos a
todo, han leído un libro maldito (ni más ni menos que El Necronomicón de Lovecraft)
en voz alta que ha despertado a las más malvadas criaturas del averno... Sólo
leyendo esta sinopsis, el filme podría no ser más que un cúmulo de
despropósitos, pero la dirección de un inspiradísimo Raimi (sí, el director de tres Spiderman)
fabrica una creciente tensión que hiela la sangre, ya sea por esas acometidas
de la cámara a la casa que habitan los protagonistas (como si nosotros los espectadores
cuestionáramos la película que estamos viendo y con ello no hiciéramos más que
dañar a los personajes, preciosa perla meta-cinematográfica) o por esos planos
POV para inspeccionar las habitaciones (que mantienen los nervios alerta, como
si en cada esquina acechara el mal en sí mismo). Por desgracia, Sam Raimi nunca ha vuelto a dirigir
así. Bueno, igual con la mítica Darkman.
4. La
cabaña en el bosque (2012)
¡Vaya par se
fueron a juntar! Joss Whedon,
cachondo de profesión, y Drew Goddard,
un apasionado del terror, conforman un dúo magnífico que toma prestada la
sinopsis de la antes nombrada (y venerada por un servidor) Posesión infernal, la estrujan y le dan un par de vueltas y crean
esta maravilla irónica, divertida, multireferencial y (cuando le da la gana)
tensa y terrorífica que es The Cabin in
the woods. No en vano la han catalogado como la Scream de la generación 2000 (categoría que también le atribuyo),
pues es en todo rato un filme que se cachondea des del respeto (o más bien
desde la veneración) del género del que mama directamente, y traba múltiples e
inacabables referencias a grandes filmes del terror como ya hiciera el éxito
mundial de Wes Craven. Aquel,
recordemos, dio pie a tres secuelas que acabaron por restarle méritos a la
original. Ésta se ha ganado a todo aquél que la ha visto (a sabiendas siempre
que iba a ver una rareza) y ha catapultado a Goddard hacia la adaptación de Los
Seis Siniestros. A ver cómo va eso.
3. La
matanza de Texas (1974)
Este clásico y
primerizo film del slasher (género en
el que se desmiembran uno a uno un grupo de adolescentes pardillos) ha dado pie
a mil-y-un remakes, secuelas, precuelas e historias de orígenes sin el más
mínimo interés, pero también fue el precursor de Halloween de Carpenter y
alguna otra obra magna del género (Scream).
Aun habiendo perdido capacidad de sorpresa y aterrorizar con los años, la
atmósfera inquietante se mantiene incorruptible en esta pieza impresionante del
horror, y la dirección firme de un (por entonces) novato Tobe Hooper (director de otros clásicos como Poltergeist o Phantasma II)
la eleva por encima de un género que tuvo su cumbre en los inicios. Porque
todo, y digo TODO el slasher
siguiente se ha querido reflejar en La
matanza de Texas. ¿El resultado? Sé
lo que hicisteis el último verano, Triangle,
Viernes 13, varios Jeepers Creepers: terribles películas
que se encuentran lejos (muy, muy lejos) de igualar La matanza de Texas.
2. La
Cosa (El enigma de otro mundo) (1982)
Sometida también
a un terrible remake/precuela hace
pocos años, esta obra maravillosa de Carpenter
(para mí, su greatest hit) es un
despliegue de terror, drama y tensión en un filme que, sí, se acerca más a la
ciencia ficción que al horror, pero que no deja de tener sus momentos algo gore y terroríficos. El trabajo de Rob Bottin en los efectos visuales (los
mejores de la lista) fue una referencia en el cine de terror de la época, la
actuación de un carismático Kurt Russell
es magnífica y la impecable dirección de Carpenter
son las grandes bazas de este clásico de los ochenta. La angustia que sienten
los atrapados personajes de la estación polar se trasmite al espectador y
despierta en él la incertidumbre ante la gran duda de los personajes: ¿quién es
realmente quién?
1. El
Resplandor (1980)
Lo primero que se
me viene a la cabeza cuando pienso en El
Resplandor es el adjetivo "irrepetible". Esta indiscutible obra
maestra del género de terror no se puede dejar de admirar tanto por los
escalofríos que hoy tras treinta-y-cuatro años de su estreno original aún
produce como por la belleza técnica y dominio extremo del lenguaje
cinematográfico del que hace gala (como es costumbre en todas sus producciones
sin excepción) el maestro Stanley
Kubrick. Una evidencia más de la grandeza del realizador neoyorkino: pocas
películas (por no decir ninguna) han conseguido producir un miedo tan real sin
refugiarse en las penumbras o las luces tintineantes. Todo en El Resplandor es perfecto (y extraño):
desde la actuación superlativa de un desquiciado y perturbado Jack Nicholson que se asoma al abismo
de la locura y no sobreactúa (o la de Shirley
Duvall, que reivindico desde aquí pese a su terrible, terrible doblaje),
pasando por el complejo mapa del Hotel Overlook (un personaje más), hasta ese
final desconcertante. Ah, no se lo pierdan: El Resplandor ganó el Razzie al Peor director de 1980. Increíble
pero cierto.
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