La última Gran Novela Americana
[[Crítica de @PaulPorcoRosso]] |
La Gran Novela
Americana es (además del título de una publicación de Philip Roth de 1973) el concepto de una novela que se distingue de
las demás por ser una representación muy fidedigna del espíritu de la era en la
que está escrita o el tiempo en el que está ubicada en los Estados Unidos de
América. Normalmente es una publicación escrita por un autor americano (aunque
no es una condición obligatoria), conocedor del estado, cultura y perspectiva
del ciudadano americano de a pie, así como del lenguaje usado por el pueblo: su
finalidad es capturar la esencia de la vida americana tal y como se percibe en
ese momento exacto. La Gran Novela
Americana es la respuesta de Estados Unidos a los poemas épicos del pueblo
europeo como la Ilíada de Homero, el
Canigó
de Jacint Verdaguer, La
Celestina de Fernando de Rojas,
La
Divina Comedia de Dante o El
Decamerón de Boccaccio. Aunque,
si cabe, más importante para las generaciones venideras de escritores de
Estados Unidos de lo que lo son los poemas épicos para escritores europeos
actualmente: los aspirantes a escritor de todas las edades toman estas
"grandes novelas" como un punto de referencia, un ideal platónico que
dirige todo el potencial hacia la escritura de su mejor obra.
Varias de las
nombradas Gran Novela Americana de
la historia de la literatura han sido adaptadas al cine, recibidas con gran
acogida tanto de crítica como de público. Ahí están To Kill a Mockingbird (obra de lectura obligada para los jóvenes americanos), adaptada al cine por Horton Foote y dirigida por Robert Mulligan; Gone with the wind (los andares de Escarlata O'Hara en el Sur de los Estados Unidos durante la
Guerra de Secesión), adaptada por Sidney
Howard y dirigida por Victor Fleming;
o Lolita (retrato de la sociedad autocomplaciente de los
años cincuenta, y a la vez tragicomedia romántica y erótica) adaptada por el
mismo Nabokov y dirigida por el
genio Kubrick. Pero nunca antes una
obra original de cine había sido capital para definir la vida en el sentido
verdadero de la palabra. Bien es cierto que ha habido varios intentos que se
han quedado cerca de lo que varios escritores han conseguido con sus novelas,
con películas como Kids (esa cruda visión de la
juventud de las barriadas neoyorkinas de Larry
Charles y Harmony Korine), American
Graffiti (las inquietudes de la juventud de los sesenta por un
inspiradísimo George Lucas) o la
versión de esta del propio Linklater, Dazed and confused (fiel retrato del sentimiento de los
jóvenes en el final de la década de los setenta), pero todas pecaban de ser
poco globales.
Si hoy en día las
juventudes americanas tienen como obligación imperativa conocer casi de memoria
Moby
Dick, The Catcher in the Rye, The Great Gatsby o The Grapes of the Warth, dentro de un tiempo reglamentario no dudo que será
obligado el visionado de Boyhood para conocer la
realidad de los niños crecidos en los primeros años del siglo XXI. El retrato
de Richard Linklater, traducido al
español con el acertado título de Momentos de una vida, no sólo
encarna el espíritu de la vida de principios de milenio en América, sino que se
universaliza para abarcar la vida de gran parte de los jóvenes de los noventa,
criados en hogares rotos y la entrada en la era 2.0. La ficción sigue la vida
de Mason Jr (Ellar Coltrane) desde
los seis años hasta su marcha a la Universidad, doce años plagados de cambios,
mudanzas, errores, momentos bellos y momentos de miedo: un viaje épico y a la
vez íntimo a la euforia y ignorancia de la niñez que analiza el devenir de las
familias modernas.
Pese a tener como
obvio protagonista al creciente personaje interpretado por Ellar Coltrane, el autor tejano no le sitúa sólo en el centro de su
obra magna: ahí están también para soportar el paso del tiempo Lorelei Linklater (hermana de Coltrane en la ficción y hija del
director en la realidad), Patricia
Arquette (madre sufridora) y Ethan
Hawke (padre), que serán los colores del magnífico tapiz de experiencias
vitales urdido mediante un excepcional uso de las elipsis temporales. Por este
lienzo colorista también deambularan personajes secundarios que se cruzan en la
trayectoria de esta sufrida familia, la mayoría de ellos malas elecciones
amorosas que repercuten siempre de manera brutal en todos los miembros. Pese a
efectivísimos golpes dramáticos (que podemos encontrar en cualquier vida real
de núcleos familiares de este siglo), Linklater
no busca atacar la fibra sensible del espectador, sino que se concentra en
mostrar los brochazos vitales más importantes del crecimiento de sus
personajes.
Es irrelevante
hablar de actuaciones, fotografía, música o dirección (aunque los cuatro
apartados son de una excelencia brutal) pues Boyhood es
mucho más que una película en la filmografía de Linklater. Ecos de la trilogía Before... y de Dazed and confused se dan encuentro en este mastodóntico pero a la vez
humilde y cercano trabajo de doce años resumidos en 165 minutos increíblemente
absorbentes. Todo lo que pueda escribir sobre esta magnífica película del genio
tejano se va a quedar corto si lo comparamos con la experiencia real que supone
ver
y sentir
los problemas de Mason Jr en Boyhood. Mi única
recomendación es verla y dejarse llevar para poder disfrutar de la última Gran Novela Americana, sólo que esta
vez, hecha película.
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