MIÉRCOLES EN ASIA: Hablando de una obra maestra, 'Oldboy'
Director: Park Chan-wook
Guión: Park Chan-wook, Hwang Jo-yoon, Im Joon-hyung (basado en
el cómic de Nobuaki Minegishi)
Fotografía: Chung Chung-hoon
Año: 2003
Duración: 120 min.
País: Corea del Sur
Productora: Show East Co. Ltd
Reparto: Choi Min-sik, Yu Ji-tae, Kang Hye-jeong, Ji Dae-han, Oh
Dal-su, Kim Byeong-ok, Lee Seung-shin, Yun Jin-seo
Crítica de @PaulPorcoRosso
Hablar de cine
asiático contemporáneo supone inevitablemente acabar hablando de cine
surcoreano. Y en el cine surcoreano, el máximo exponente (y lo afirmo sin
dudarlo ni un sólo segundo) es Park
Chan-wook. Por segunda vez (ya lo hizo con Sympathy for Mr. Vengeance y repetiría el proceso con Sympathy for Lady Vengeance), el director
monta todo el relato con la venganza como eje, usándola como respuesta universal a todos los males entre seres humanos. Como animales racionales, transformamos el odio que nos produce el mal de otra persona en un ajuste de cuentas en frío: como más podamos disfrutarlo, mejor. Chan-wook lo sabe, y como buen conocedor de la psique humana, habla sobre ello en su mastodóntica trilogía de la vendetta. Con esta obra (que elevo sin
titubeos al estante de maestra), el director gana su Gran Premio del Festival
de Cannes, y con él, el ascenso al círculo de realizadores de culto mundial. En
este punto culmen de su trilogía de la venganza y obra maestra de su
filmografía, el director surcoreano juega con elipsis y flashbacks para dibujar
el deambular por la vida de Oh Dae Su (Choi
Min-sik), un hombre secuestrado sin un motivo aparente y recluido durante
15 años en una misma habitación, que es soltado de la misma forma que le habían
arrestado: sin explicación alguna. A su liberación, recibe una llamada de su
captor (Yu Ji-tae), que le obliga a
resolver en cinco días o menos la razón de su reclusión y, más importante aún,
de su liberación. Sólo contará con la ayuda de dos aliados: un viejo amigo ( y
una bella camarera de un bar de sushi, Mi Do (Kang Hye-jeong).
La magia de Oldboy reside en el choque de opuestos.
¿Cómo puede la pura belleza ser el envoltorio de un relato tan insano y
retorcido como este? Park Chan-wook
nos maravilla con una paleta de colores fascinante, una mezcla de géneros (que
van del thriller psicológico a la comedia y de aquí a la acción y al drama)
brillante y unos planos cuidadísimos para llegar a un clímax que no es tramposo
por una ágil maniobra de guionista pícaro, sino por el engaño visual que ha
urdido el director en nosotros los espectadores. Esa manufactura de planos, cuidados
uno a uno como si salieran de la mente de un maestro artesano, la simpatía que
desprenden los personajes (hasta los más deleznables) y un magistral romance
han envenenado al espectador y han plantado unos árboles que no han dejado ver
el bosque. Un bosque oscuro y brutal que
se presenta terroríficamente bello. Este bosque oscuro, la esencia de la
película, plantea el conflicto ético que revela una realidad monstruosa y
siniestra: los acontecimientos más insignificantes de nuestro pasado pueden
acabar repercutiendo en el barullo de acontecimientos aparentemente anárquicos
que nos afectan en el presente.
En este relato
que baila entre lo freudiano y lo shakesperiano, Oh Dae Su, el impávido
protagonista interpretado con genial maestría por Choi Min-sik, es un héroe impetuoso y ciclópeo, y su némesis una
bestia monumental amparada con cantidades indecentes de dinero y una sed de
venganza mayor que la de nuestro protagonista. Durante el mismo año, 2003, el espectador
asiduo al cine vio pasar ante sus retinas otro relato de venganza (urdido por
otro gran maestro de la narración) llamado Kill
Bill. Pero la grandeza de esta cinta escapa a cualquier mesura. La venganza
de Park Chan-wook es medida al
milímetro, pensada un largo tiempo, disfrutando y saboreando cada momento. El
triunfo de lo sutil, exquisito y perfecto. Ver Oldboy es sinónimo de enamorarse del cine en pura esencia, del cine
sin concesiones que no interroga con condescendencia, sino con el ímpetu de su
pureza.
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