RETROSPECTIVA Darren Aronofsky: Black Swan
Crítica de @PaulPorcoRosso |
Hasta la fecha su última película, pensada originalmente para ser
incorporada como subtrama en su anterior trabajo (The Wrestler, 2008), pero finalmente convertida en largometraje, Black Swan reafirma a Aronofsky como un director con gusto
por los personajes turbios (e inexistentes) a los que consigue definir de
'dentro hacia afuera', des de la mente hacia el comportamiento. Por ella, la
actriz israelí Natalie Portman,
protagonista absoluta del filme, recibió el Óscar a Mejor Actriz Principal (el
único que se llevó la película de 5 nominaciones), Óscar discutido, después de
las declaraciones
de Sarah Lane (doble de Portman), desmentidas más tarde por el
mismo Aronofsky. Con o sin
polémica, Black Swan es obra maestra
y, junto a Requiem for a dream, joya
de la corona de su filmografía.
Nina (Portman) vive por y para
la danza. Es una excelente bailarina que forma parte de una compañía de ballet
en Nueva York a la que han elegido para interpretar a la Reina Cisne en el
estreno de la reinterpretación de 'El lago de los cisnes'. Su controladora madre
(Barbara Hershey), con la que vive, su
rivalidad con otra bailarina, Lily (Mila
Kunis), y las exigencias del director de la compañía, Leroy (Vincent Cassel), acercarán
peligrosamente a Nina a un estado de confusión mental y nerviosismo a medida
que se aproxima el día del estreno de la obra.
Aronofsky se convierte (buscándolo
o no) por algo más de 100 minutos en el Haneke
más insano, en el primer Polanski
y en el Lars von Trier más obsesivo.
Todo en uno. Igual que en cuestión de géneros. El filme empieza como un
sosegado drama y aumenta en tensión (al igual que el acomplejamiento de la
mente de la protagonista) para acabar convirtiéndose en un (muchas veces
escalofriante) thriller psicológico. Un
viaje en picado hacia los rincones más oscuros de la mente de Nina, una interpretación del duro y desgastante
mundo del ballet.
Durante este intenso viaje, asistimos al mejor papel (y mejor
interpretación) de Portman: cómo nos
habla con la mirada y atrapa a la cámara con sus movimientos hipnóticos. Además
está acompañada de un elenco de secundarios que están magníficos, de entre los
que cabe destacar a Barbara Hershey,
Cassel, y Mila Kunis. La primera, por su magnífica madre obsesiva, el segundo
por cómo llena la pantalla con su seca expresión, y la tercera por el derroche
de sensualidad del que hace gala. Bien es cierto que esas interpretaciones de
poco valdrían si no fueran acompañadas por un brutal trabajo de sonido, la
siempre exquisita banda sonora orquestada por Clint Mansell, y la fotografía opresiva, malsana, con clara
diferenciación entre blancos y negros de Matthew
Libatique. Todos los elementos juntos convierten todas las escenas en una coreografía
magnífica, una perfección exultante.
Y esos poco más de cien minutos de música, baile, ritmo, sonido, y, en
definitiva, puro cine culminan al final en un apoteosis de perfecta unión entre
el bien y el mal, lo viejo y lo joven, lo oscuro y lo luminoso, lo blanco y lo
negro. Una transformación dolorosa, un camino a la locura más pura e insana, la
obsesión por la perfección llevada hasta el límite. "I was perfect", nos dice Aronofsky
en boca de Nina (algo así como el This
could be my masterpiece de Tarantino
al final de Inglourious Basterds).
Una afirmación tan rotunda como, al fin y al cabo, cierta.
Título: Black Swan (Cisne negro)
Director: Darren Aronofsky
Guión: John McLaughlin, Mark Heyman, Andres Heinz
Fotografía: Matthew Libatique
Año: 2010
Duración: 109 min.
País: Estados Unidos
Productora: Fox Searchlight Pictures
Reparto: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Winona Ryder, Barbara Hershey, Christopher Gartin, Sebastian Stan, Benjamin Millepied, Ksenia Solo, Janet Montgomery, Kristina Anapau, Mark Margolis, Tina Sloan, Marcia Jean Kurtz
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