Una crítica de Pau Garcia
Richard Linklater vuelve a nuestras carteleras con la adaptación de la novela ‘Last Flag Flying’, un largometraje que a priori no tiene muchos nexos en común con el resto de su filmografía. Sin embargo, a estas alturas no debería sorprendernos la diversidad temática y tonal del autor de Houston: entre sus films más heterodoxos se encuentran esa ensoñación animada llamada 'Waking Life' o 'A Scanner Darkly', una adaptación de Philip K. Dick en la que también experimentó con la animación.
No es la primera vez que se lleva a la gran pantalla una novela de Ponicsan; de hecho, la película que aquí nos ocupa se anunció inicialmente como una secuela espiritual de ‘The Last Detail’ (film estrenado en 1973 dirigido por Hal Ashby y protagonizado por Jack Nicholson) y aunque el propio director ha reconocido que no es así (“no puedes hacer una secuela si no tienes los mismos actores”), ambas obras comparten algunos elementos; el patriotismo, la camaradería, el militarismo o la amistad son algunos temas latentes en sus fotogramas. Las dos adaptaciones, además, comparten una mirada crítica del ejército. Sin embargo, si ‘The Last Detail’ era una agridulce road movie con algún toque de comedia, la obra de Linklater la trasciende para narrar un viaje más dramático y emotivo gracias al enorme recital interpretativo de Bryan Cranston, Steve Carell y Laurence Fishburne.
Si bien es la Guerra de Iraq la que transcurre en el tiempo de la acción, también la Guerra de Vietnam está muy presente en la vida de los tres protagonistas y es muy fácil que contemplando la película venga a la mente la famosa cita de Karl Marx: “La historia se repite primero como tragedia y después, como farsa.” Linklater también se las arregla para describir en pocas escenas el clima de paranoia post 11-S, pero no tiene la misma clarividencia y concisión al intentar describir otros retazos de la época como la proliferación de los teléfonos móviles o la expansión de Internet.
Doc (Steve Carell), veterano de Vietnam, parecía haber superado el trauma de la guerra, pero pronto la tragedia entró sin avisar en su vida. Años después, su hijo murió asesinado en la Guerra de Iraq, y recurre a Sal (Bryan Cranston) y Richard (Laurence Fishburne) para que le acompañen en el doloroso viaje que tiene que hacer para enterrar a su hijo fallecido. Completamente desolado, encuentra en sus antiguos camaradas del ejército –un alcohólico y un cura- unos compañeros perfectos para un viaje que es incapaz de hacer solo. Aunque el personaje de Bryan Cranston no parece muy dispuesto a aceptar la autoridad propia del ejército (los ataques verbales a un coronel son una auténtica delicia para los antimilitaristas), en cierta forma echa en falta esa época. Ahora, décadas después, bebe cerveza para soportar la resaca y no ha pasado página. A pesar de sus contradicciones, sigue nostálgico de esos tiempos. Richard (Laurence Fishburne), por su parte, vive arrepentido de su época en el ejército y recuerda el pasado sin ningún atisbo de melancolía. Encontró en la religión el elemento de conexión vital que necesitaba para llenar la falta de sentido que le dejó Vietnam y su paso por el ejército. No es muy diferente al intento de búsqueda de sentido que realiza Freddie Quell (Joaquin Phoenix) en ‘The Master’, y si bien en el film de Paul Thomas Anderson las secuelas psicológicas de la guerra son más profundas y evidentes, el protagonista atormentado también busca refugio, además de en la figura de Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), en el reconfortante abrazo de la religión (o secta) de la Cienciología.
Aunque las diálogos están por encima de la media, no parecen hacer justicia al talento natural de Linklater para escribir conversaciones realistas y naturales . Sin embargo, es una auténtica delicia ver actuar a los tres actores principales, que parecen disfrutar de la experiencia de participar en una película dirigida por uno de los mejores cineastas norteamericanos. Si Bryan Cranston consigue imprimir todo el carisma y el sentido del humor del que es capaz, Steve Carell lleva el peso de la tragedia en sus hombros, con una actuación más contenida pero convincente. Una vez más, Carell demuestra que puede interpretar a cualquier personaje, sea de registro cómico o dramático. Laurence Fishburne tampoco se queda atrás y tiene varios momentos para el recuerdo.
La juventud ha sido uno de los temas predilectos de Linklatter a lo largo de su carrera. El director de Texas ha narrado el último día de Instituto ('Dazed and Confused'), el fin de semana anterior a las clases en la universidad ('Everybody Wants Some'), una noche para enamorarse ('Before Sunrise') y toda una infancia y adolescencia ('Boyhood)'. Con ‘Last Flag Flying’ realiza una película diferente, que en cierta forma también reflexiona sobre la juventud pero desde la perspectiva de quiénes ya la han vivido. Ahora, parece decirnos Linklater a través de estos personajes, sólo queda mirar el pasado con nostalgia, olvidar los tiempos pretéritos o intentar salir adelante aunque parezca que el mundo se derrumba.