'The Dark Knight': la gran tragedia griega del siglo XXI

[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]
El héroe luminoso ha muerto. Sólo hay un caballero oscuro (protector vigilante), siniestro habitante de la noche: en este segundo acto del épico reboot de la saga de películas de Batman, el hombre murciélago se enfrenta a su némesis por antonomasia: el Joker, villano/terrorista/psicópata ególatra con la voluntad de imponer su propio orden -o, mejor dicho, su propio caos- en la tranquila vida de los gothamitas. Una creación terrorífica e inquietante, maquillaje blanco y carmín corrido mediante, que se encumbra y se vuelve aún más terrorífica y aún más inquietante con la muerte del actor Heath Ledger. Entre atracos perfectos -el de la secuencia inicial es uno de los mejores, sino el mejor, de la historia del cine-, explosiones, épicas bandas sonoras de Hans Zimmer (que, aquí sí, crea su opera magna), y increíblemente orquestadas escenas de lucha, persecución y/o simples diálogos que solo se pueden calificar de magníficos, el héroe no vencido, pero superado por la astuta mente criminal del villano (o su anarquía y falta de planificación, como el propio Joker señala en una de las escenas de la película), debe renacer de sus cenizas y levantarse como único baluarte en pie de la justicia de la jurisdicción cuya protección se otorga.

La película, en un baile de géneros entre el cine político, el thriller psicológico y la acción pura, se aleja del barroquismo de Burton y Schumacher y retrata una estética urbana y realista: Gotham es más Nueva York que nunca. Una proyección que refleja con la sesuda mirada de Nolan la corrupción de altas esferas, el miedo que se ha apoderado de nuestra sociedad y la degeneración democrática de nuestro tiempo. La gran virtud de 'The Dark Knight' es la de ser a la vez un entretenimiento puro orgásmicamente satisfactorio y una película donde las dobles lecturas y los mensajes morales se sitúan en puntos clave de la narración por (curiosamente) el mismo guionista que el año pasado perpetró el libreto de 'Man of Steel'.


Poco importa que la sensación de clímax constante que imprime el pirotécnico Christopher Nolan (con una dirección y una fotografía que elevan la película más allá del espectáculo fílmico y visual) a cada épico y epopéyico minuto de la película impida a los protagonistas de esta gran tragedia griega del siglo XXI velar la muerte de otros personajes (en otra demostración del Nolan más frío y calculador), como tampoco importa que sitúe la venda de la acción adrenalínica y asfixiante ante los espectadores que no pueden reflexionar sobre los grandes dilemas morales que se plantean en 'The Dark Knight', por otro lado resueltos con un bello e imperecedero mensaje: la humanidad del ser humano despierta en las situaciones más límites, y siempre hay redención para el héroe si este está dispuesto a aceptar el castigo de un ente superior entendido como destino y recluirse al éxodo absoluto.

'The Dark Knight' es, con todos sus fallos y todas sus imperfecciones, una obra oscura pero brillante (sin alcanzar la posición de maestra), y de las más grandes películas de superhéroes de la historia del cine.

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