Mil maneras de reirse de un western (o como intentar y no conseguir escapar de la sombra de Ted)

Título: A Million Ways to Die in the West
Director: Seth MacFarlane
Guión: Seth MacFarlane, Alec Sulkin, Wellesley Wild
Fotografía: Michael Barrett
Duración: 116 min.
Año: 2014
País: Estados Unidos
Productora: Universal Pictures / Media Rights Capital (MRC) / Fuzzy Door Productions
Reparto: Seth MacFarlane, Charlize Theron, Liam Neeson, Amanda Seyfreid, Sarah Silverman, Giovanni Ribisi, Neil Patrick Harris, Bill Maher, Wes Studi
Crítica de @PaulPorcoRosso

Su anterior (y primer) largometraje, Ted, protagonizada por un oso de peluche parlante con su voz y Mark Wahlberg fue todo un éxito, tanto entre los amantes de las series de dibujos animados que había creado, como de nuevo público que se acercó a las salas sin conocerle y disfrutó de una divertida comedia con muchos cameos y grandiosos momentos. Este año, MacFarlane produjo un remake de la serie de divulgación científica mítica de los años ochenta, Cosmos, y mientras tanto estaba atareado confeccionando esta burla del western sencilla y sin pretenciosidad. Una locura más de uno de los referentes en la comedia americana. En A Million Ways to Die in the West, un pastor de ovejas de nombre Albert (Seth MacFarlane) odia el oeste americano con todas sus fuerzas, ya que según él cualquier cosa puede matarte. Cuando queda en ridículo en un duelo de pistolas con un vaquero, su novia (Amanda Seyfried) le abandona para empezar a salir con el gerente de un negocio del cuidado del bigote (Neil Patrick Harris). Entonces conocerá a una bella mujer, Anna (Charlize Theron), recién llegada al pueblo que le ayudará a recuperar a su novia. Pero Albert no sabe que Anna es la mujer del delincuente más peligroso del Oeste, Clinch Leatherwood (Liam Neeson).

People die at the fair!

Narrativamente no inventa nada, y el guión no es más que una sucesión de gags estilo Saturday Night Live que tendrán más o menos gracia según el espectador que asista a la proyección. No es nada nueva la burla al cine western (el magnífico Mel Brooks ya la hizo con Blazing Saddles, película que es referenciada un par de veces en A Million...), y la trama es predecible y simple hasta aburrir. Pero para el público adecuado es un pasatiempo magnífico y una excusa perfecta para hartarse de palomitas. Es un humor hecho y pensado para fans y seguidores acérrimos del MacFarlane de American Dad y Family Guy. Las burradas de Stan y Peter son las de MacFarlane en A Million Ways..., que es una modernización del ya nombrado Mel Brooks aunque no tan incisivo y más escatológico. Pierde un poco el humor "madurado" de Ted (a la que referencia en un par de ocasiones), lo cual no es mejor ni peor: sólo llega a otro tipo de público. Como cabía imaginar, visualmente no es nada del otro mundo.

Neil Patrick Harris es Barney (HIMYM), pero con un bigote muy chulo.

Sin duda una de las mayores bazas del creador de los irreverentes Roger y Stewie es una galería de personajes estrambóticos y extravagantes a su propia manera, a cada cual más alocado. Como el de Giovanni Ribisi (que repite el bailecito de Ted) que tiene una novia prostituta con la que aún no se ha acostado, o los padres de MacFarlane en la ficción, o Liam Neeson, el único vaquero irlandés de la historia del cine que con su fuertemente marcado acento incrementa la parodia al cine western que el director y coguionista quiere hacer de A Million... y añade un plus a la categoría de los actores. Suyos son los momentos más oscuros y por lo tanto menos cómicos de la película.

No nos equivoquemos al pensar que con esta película Seth MacFarlane nos va a redescubrir el género de la comedia. Ni mucho menos. Sólo pretende ser una comedia irreverente con varios chistes inspirados y que gustará sobre todo a los fans del de Conneticut. Y sí, Ryan Reynolds también se lleva lo suyo.

Lo mejor: los primeros treinta minutos de bromas y gags inspiradísimos, el deje de MacFarlane como actor de comedia, el retake del baile de Giovanni Ribisi, y el cameo de Christopher Lloyd (a wether experiment!).
Lo peor: pierde fuerza pronto, las bromas se vuelven más escatológicas, y se da más importancia al romance que a la comedia.

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