La traición del cineasta al subgénero


Crítica de @PaulPorcoRosso

Bienvenidos a la crítica de la versión found footage de la película de los años noventa de Jan de Bont, Twister. El pantanoso terreno de los found footage no ha traído al cine más que decepciones y películas que se traicionan a ellas mismas pasándose por la axila todas las reglas internas del subgénero. Salvo contadas excepciones, claro está. Ahí están filmes como Cloverfield, Holocausto caníbal, Europa Report o la presentada en la última edición del Festival de Sitges The Sacrament, que se las han manejado con un bajo presupuesto para entregar obras solventes y que han gustado (sea más o sea menos) al público que las ha disfrutado.
Pero por norma general los filmes suelen ser de ínfima calidad argumental y narrativa, y buscan sorprender (supongo) con su repertorio visual, como Proyecto Dinosaurio (no estrenada en nuestro país, y sin previsiones de estreno), The Bay o la película que nos ocupa, Into the Storm. Para intentar aportar alguna novedad, la película se estrenará en dos cines de España (el Cinesa Diagonal Mar de Barcelona y el - de Madrid) con un sistema de ventilación y nebulizadores sincronizados a la acción de la película para sentir las corrientes de viento y mojarse levemente. La realidad es que tras haberlo probado, como el 3D en sus primeras proyecciones, la concepción de esta especie de 4D está aún en pañales.



Un pequeño pueblo del centro de los Estados Unidos, Silverton, es azotada por una serie de tornados sin precedente alguno en la historia de la humanidad. En medio de cabezas de tifón erráticas y mortales, Donnie (Max Deacon) y Kaitlyn (Alycia Debnam Carey) se quedan varados en una antigua fábrica de papel. A su búsqueda irán Gary (Richard Armitage) y Trey (Nathan Kress), el padre y el hermano de Donnie, que se encontrarán con un grupo de cazadores de tormentas liderado por Pete (Matt Walsh) y Allison (Sarah Wayne Callies), que se encuentran en medio del rodaje de un documental sobre tornados y conseguir una toma única del ojo de la tormenta.



Durante el transcurso de la película, los impases cómicos no arrancan ni media sonrisa, y sobre todo en la parte final del metraje abundan los momentos divertidos y graciosos que lo son sin pretenderlo. Cuando esto ocurre en una película con pretensiones de seriedad, es que algo se está haciendo terriblemente mal. Planos sacados de cámaras situadas en lugares en los que no hay nadie para sostenerlas, y sobretodo el final que se mete de lleno en el falso documental y conserva las andaduras de los rednecks borrachuzos (introducidos como una especie de funny sidekick que funciona peor que muchos personajes 'serios' de la película) son las traiciones que comete Steven Quale con el subgénero de su propia película. Pero no solo eso. Y para colmo, el guión de John Swetnam, escrito a base de cliché, también está lleno de inconsistencias internas (¿una meteoróloga que condena a muerte a todos sus compañeros de catástrofe por no conocer el efecto Venturi? ¡venga ya! ¡si eso es de nivel de instituto!). La única mención positiva que me veo obligado a hacer es en favor de los efectos especiales, entre lo mejor que he visto este año en una sala de cine.

Sería fácil caer en el error de catalogar a Into the Storm como un "Sharknado pero sin gracia", pues la película tiene unas pretensiones imposibles de alcanzar por su ínfima calidad. Parafraseando a James Tolkan en Top Gun mi frase para el director de este despropósito sería la siguiente: 'Steven Quale, tu soberbia extiende cheques que tu película no puede pagar'.

Lo mejor: los efectos especiales.

Lo peor: alguien debería contarle a John Swetnam qué es el efecto Venturi y a Steven Quale las bases del found footage y del falso documental.



Título: Into the Storm
Director: Steven Quale
Guión: John Swetnam

Fotografía: Brian Pearson
Año: 2014
Duración: 89 min.
País: Estados Unidos
Productora: WB / New Line Cinema / Village Roadshow / Broken Road Productions
Reparto: Richard Armitage, Sarah Wayne Callies, Jeremy Sumpter, Nathan Kress, Matt Walsh, Arlen Escarpeta, Jon Reep, London Elise Moore, Kyle Davis, Max Deacon

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En el ojo del ridículo


En el ojo de la tormenta se anunciaba en el tráiler como "la experiencia definitiva" que, oh sorpresa, no ha acabado siendo. Además de los habituales efectos especiales, en el pase de prensa también hubo efectos de lluvia y viento, quizás con el objetivo de desviar la atención de un guión estúpido y unos personajes huecos que no nos importan un comino. Ahora sería el momento de explicar algo de la sinopsis para guiar un poco al lector, pero en este caso es totalmente irrelevante. Simplemente diré que la ciudad de Silverton, en la que viven unos personajes de cartón piedra, será asolada por unos terribles tornados. Y no hay más. 

La película empieza con unos chavales en un coche que ven venir un tornado y uno de ellos, inducido por esa malsana costumbre de tener que captarlo todo con el móvil, sale del automóvil y grava el suceso. Poco después, cuando el tornado se acerque, entrará al coche tomando una sabia pero inútil decisión, ya que al final él y sus estimados amigos, volarán por los aires cuando el tornado se cruce en su camino. Como queriendo dejar las cosas claras desde el inicio, y antes que aparezca en pantalla el magnánimo título de la cinta, podemos pensar erróneamente que no nos van a dejar ningún respiro. Al final comprobamos que no es así, y en formato de falso documental (cuya lógica el director se salta de forma rigurosa a cada escena), tenemos que asistir primero a la soporífera presentación de los personajes que van a protagonizar esta mediocre cinta. 


Por un lado hay el subdirector del colegio (el actor que interpretaba al enano principal en 'The Hobbit'), que no dedica suficiente tiempo a sus hijos (uno el divertido, el otro el sensible) porque está demasiado ocupado con su trabajo (primera pista de la originalidad del ¿guión? de John Swetnam) y luego el grupo de cazatormentas/documentalistas que lo forman el director y la meteoróloga y un par o tres de cámaras que nos importan una mierda. En la obstinada intención del guionista para llenar la cinta de tópicos y estupideces, tenemos ese director obsesionado con las tormentas llevado por el egoísmo de su empresa y que, al final, (mira, otra sorpresa) se redimirá con un heroico gesto. Después está la meteoróloga, que en su estúpida búsqueda de tormentas (¿en serio alguien se dedica profesionalmente a esto?) abandona a su hija de cinco años y la deja a cargo de sus padres durante tres meses, TRES MESES. Lo peor es que su madre, totalmente comprensiva, le dice por videoconferencia que no se preocupe, que el trabajo es lo más importante... Finalmente tenemos a un par de imbéciles con el único objetivo vital de triunfar en Youtube, que provocan vergüenza ajena y que no merecen más de dos líneas en esta crítica.

Ante esta galería de personajes, poco pueden hacer los actores, de los cuáles tampoco podría destacar a ninguno, que ven su indiferente actuación mutilada por el doblaje que tuvimos que aguantar en el pase de Barcelona. Sin poder ver el film en versión original, me niego a valorar las interpretaciones. Pero cuando por fin empiezan los tornados y comienza la desolación de la ciudad, saldremos de nuestro estado de somnolencia notando los ventiladores y el agua de los laterales de la sala, pero acabaremos por confirmar que esa no es la experiencia definitiva que se nos prometía. 

Lo único destacable de la cinta son los efectos especiales, con una destrucción totalmente verosímil que sólo por momentos nos hará olvidar los huecos personajes y las tópicas y ridículas situaciones que ocurren 'En el ojo de la tormenta'. Al final, cabe agradecer al montador que la cinta no dure más de hora y media, 89 minutos que se nos pasarán más o menos rápido mientras los tornados se formen en la pantalla del cine, llevándose por delante, también, los bostezos de unos espectadores que al final, sin embargo, maldecirán por pagar para ver un ridículo pero medianamente entrenido alarde de efectos especiales.

Lo mejor: los efectos especiales, duración no excesivamente prolongada
Lo peor: su propia existencia como película, los personajes, los tópicos y básicamente todo el filme

Crítica de @PauGarcia179
Título: Into the Storm
Director: Steven Quale
Guión: John Swetnam
Fotografía: Brian Pearson
Año: 2014
Duración: 89 min.
País: Estados Unidos
Productora: WB / New Line Cinema / Village Roadshow / Broken Road Productions
Reparto: Richard Armitage, Sarah Wayne Callies, Jeremy Sumpter, Nathan Kress, Matt Walsh, Arlen Escarpeta, Jon Reep, London Elise Moore, Kyle Davis, Max Deacon

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Enorme thriller de manufactura española

Crítica de @PaulPorcoRosso
No tengo la suficiente experiencia en el cine español como para hablar de sus grandes thrillers: mi travesía por la producción española de este género empieza con los primeros filmes de Alejandro Amenábar, Tesis y Abre los ojos, pasando por la opera prima de Nacho Vigalondo (Los Cronocrímenes) y termina con producciones más recientes como No habrá paz para los malvados. Sí puedo afirmar con rotundidad que con Celda 211, película que me introdujo de lleno en la filmografía de Daniel Monzón y que fue escrita (como El Niño) por él mismo y Jorge Guerricaechevarría, empezó a cambiar mi concepción sobre el cine español. Cinco años después, Monzón vuelve a ponerse tras la cámara para dirigir a un Luis Tosar más contenido que en su papel como Malamadre y al debutante Jesús Castro en una tensa trama de corrupción policial y drogas en la zona del Estrecho de Gibraltar.

Luis Tosar interpreta a Jesús, un Rust Cohle (True Detective) a la española, léase un hombre que ha convertido su investigación para la unidad antidroga de la policía de Algeciras su joie de vivre y poco o nada queda de una familia que apenas se le menciona. Aunque poca joya le trae el caso que tiene entre manos: una intrincada red de narcotráfico arraigada en lo más profundo del cuerpo de policía. No se puede fiar de nadie: ni de su fiel compañera Eva (interpretada de manera más que solvente por Bárbara Lennie), ni de su jefe Vicente (un Sergi López muy ambiguo al que le es imposible esconder un par de veces el acento catalán), ni incluso a sus compañeros más veteranos como Sergio (Eduard Fernández aportando su clásica media sonrisa y batalla con Tosar a nivel dialéctico sin despeinarse).


Por otro lado, dos jóvenes amigos de Algeciras, Compi (un Jesús Carroza tanto o más killo que en 7 vírgenes) y el Niño (interpretado por el debutante Jesús Castro, de mirada glacial y tez inamovible), empiezan a dedicarse al contrabando de polen de marihuana trasportando 20 kilos poco a poco con la moto acuática del Niño y con la ayuda de un amigo marroquí nacionalizado español.

Estas dos tramas giran como una espiral descendiente que acabará convergiendo en un final frenético y espectacular, como toda la acción que envuelve tanto a la búsqueda y captura de Tosar por el jefe de la organización de narcotráfico, como la que envuelve a la aventura de El niño en el peligroso mundo de la droga. Tanto el montaje como la dirección de las escenas de acción y reposo investigador es excelso y digno heredero de los mejores thrillers americanos, así como el diseño de producción y la dirección de fotografía de Carles Gusi. Incluso funciona a nivel de guión: el retrato de la vida a lado y lado del Estrecho de Gibraltar tratado con realismo y unos diálogos que apelan al naturalismo se combinan a la perfección con una excelsa selección musical que nos transporta a Algeciras, Gibraltar, y las costas de África.

Podría ser pues un thriller cercano a lo perfecto, pero por desgracia a El Niño le pesa la historia de amor entre el protagonista y una joven marroquí que, aun estando bien contada, rompe totalmente con el ritmo de la historia y transmite menos emociones que la cara incorruptible de Jesús Castro. Aún así, el visionado de la película es una recomendable experiencia que muestra un poco por encima cómo es la vida de un dealer en una frontera que nos queda bien cercana.

Lo mejor: dirección de Monzón, montaje, la selección musical.
Lo peor: la historia de amor metida con calzador.


Título: El Niño
Director: Daniel Monzón
Guión: Daniel Monzón, Jorge Guerricaechevarría
Fotografía: Carles Gusi
Duración: 130 minutos
Año: 2014
País: España
Productora: Ikiru Films / La Ferme! Productions / Maestranza Films / Telecinco Cinema / StudioCanal

Reparto: Luis Tosar, Jesús Castro, Eduard Fernández, Sergi López, Bárbara Lennie, Ian McShane, Luis Motilla, Jesús Carroza, Moussa Maaskri, Meriem Bachir

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LUNES DE RECOMENDACIONES: Ahora sí, la mejor película de Marvel (hasta la fecha)

Crítica de @PaulPorcoRosso
Peter Quill (Chris Pratt) es un aventurero intergaláctico buscado por un implacable cazarrecompensas después de robar una misteriosa esfera codiciada por Ronan, un poderoso villano que amenaza a todo el Universo con su cruel ambición. Para escapar de él, Quill deberá pactar una tregua con un cuarteto de inadaptados: Rocket (Bradley Cooper), un mapache armado con un rifle y su inseparable compañero Groot (Vin Diesel), un humanoide con forma de árbol; Gamora (Zoe Saldana), una letal y enigmática mujer de color verde; y Drax the Destroyer (Dave Bautista), un vengativo ser con fuerza brutal y el cuerpo cubierto de tatuajes de color rojo. Al descubrir el verdadero poder de la esfera que ha robado, deberá hacer todo lo posible para derrotar a sus rivales (a cada cual más rocambolesco y extravagante) en un intento de salvar el destino de toda la galaxia.

James Gunn redacta junto a Nicole Perlman un guión repleto de un humor extravagante, referente a la filmografía del director, y amante de la cultura de los setenta y ochenta que no sirve sólo para divertirnos y hacernos soltar sonrisas cómplices y carcajadas sonoras, sino que también nos ayuda a recordar constantemente que Peter Quill es sólo un hombre atrapado en una aventura espacial de proporciones épicas. Esto, y la genial composición de Chris Pratt de un Han Solo fireflyizado le otorga al personaje un carisma desbordante que combina perfectamente con el de todos los personajes: el rimbombante Drax el Destructor, el irreverente Rocket el mapache y su Chewbacca particular (que en vez de gruñir nos recuerda constantemente su nombre), y una princesa Leia de color verde y con muchas aptitudes para la lucha cuerpo a cuerpo. Guardians of the Galaxy se ha ganado a pulso la etiqueta de "Star Wars de la nueva generación".


Como podéis intuir por mi entusiasta redacción, considero a Guardians una película de superhéroes cerca de la perfección del subgénero... si no fuera porque termina exactamente igual que The Avengers. Un cajón de sastre con mil y un referencias a la cultura setentera y ochentera, la mayor agudeza humorística de todo el Universo Marvel y un desarrollo de personajes inusual en una película de tales características (para desarrollar a los de The Avengers se han necesitado películas previas para casi todos, y los que no las han tenido son los personajes más odiosos del filme) y la película termina con el mismo clímax de siempre: un alarde de la capacidad del estudio para crear grandes batallas aéreas con efectos especiales. En las demás películas esto tenía un sentido interno: las batallas eran en la Tierra y empatizábamos con los pobres infelices atrapados en ellas (en Nueva York, Londres o dondequiera que ocurriera The Winter Soldier).

En Guardians of the Galaxy, en cambio, en la batalla aérea está en juego la vida de todos los habitantes de Xandar y no tenemos otra razón que la tendencia a preferir que no muera gente inocente para que nos importe realmente la vida de esos extraterrestres más o menos antropomórficos. Veremos si James Gunn es capaz de cambiar esta dinámica en la segunda parte (ya apalabrada para el 2017), que como siempre se ha dicho, acostumbra a ser más oscura (ahí están ejemplos como Episode V de Star Wars o The Two Towers), y basar el final de su película en un golpe emocional en vez de una demostración de la capacidad del equipo visual de Marvel para asombrar visualmente. Porque (intentando no hacer spoiler) el único golpe emocional del clímax de Guardians, al final resulta ser un fraude total.

Pero se lo vamos a perdonar: convertir una película por la que nadie (ni yo mismo) daba ni un duro en uno de los mayores éxitos en box-office del año, y además (para el que esto escribe) en la mejor película Marvel hasta la fecha tiene un mérito grandioso. La frase de James Gunn en una entrevista a Cinemanía para promocionar este nuevo hito cinematográfico y superheróico de la Marvel fue: "si The Avengers son los Beatles, Guardians of the Galaxy son los Rolling Stones". Como fan de los Beatles, tengo una comparación más acertada: si The Avengers son Introducing... The Beatles, Guardians of the Galaxy son el disco blanco.

Lo mejor: el Rocket de Bradley Cooper, la desbordante carisma de Chris Pratt, las mil y una referencias.
Lo peor: el final copiado a The Avengers... ¡tú puedes hacerlo mejor, Marvel!

P.S.: Esperad, que tras los créditos hay una escena adicional... ¡Howard el Pato!


Título: Guardians of the Galaxy
Director: James Gunn
Guión: James Gunn, Nicole Perlman (basado en el cómic de Dan Abnett y Andy Lanning)
Fotografía: Tyler Bates
Año: 2014
Duración: 122 min.
País: Estados Unidos
Productora: Marvel Enterprises / Marvel Studios / Moving Picture Company (MPG) / Walt Disney Studios Motion Pictures

Reparto: Chris Pratt, Zoe Saldana, Bradley Cooper, Vin Diesel, Dave Bautista, Lee Pace, Benicio del Toro, Michael Rooker, Karen Gillan

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85 minutos en el coche

Crítica de @PaulPorcoRosso
John Locke, filósofo nacido en Bristol, consideraba que todos nuestros conocimientos derivaban de la experiencia. De ella provenían y a ella se reducían. La experiencia de nuestro Locke cinematográfico, protagonista de la película de nombre Ivan, variante rusa del hebreo Juan/John, está plagada de errores garrafales. Errores en los cimientos de su persona, un vacío en su niñez que hará que una pequeña grieta acabe con el desmoronamiento de su persona. El primer filme como director de Steven Knight (que también firma el guión de esta cinta) fue el también estrenado este año thriller protagonizado por Jason Statham, Hummingbird. Pero quizás lo que le ha abierto el camino hacia la dirección es incluso más importante que su primer trabajo: él es el firmante del libreto de Eastern Promises (dirigida por David Cronenberg) y creador y coguionista de la serie Peaky Blinders.

Locke, sigue el camino de thrillers como Buried, con una sola localización (un coche, un ataúd) y un sólo personaje en pantalla (Tom Hardy, Ryan Reynolds). Su similitudes, eso sí, terminan aquí. Las diferencias entre ambas producciones son abismales. En el filme de Knight, los personajes secundarios (como en Buried, sólo voces al otro lado del teléfono) son complejos y profundos, y el drama (tanto de ellos como del personaje de Hardy) se antoja más cercano y se siente más adentro. Una película como Locke sólo se sustenta sobre los hombros tanto de un buen guión como de una buena interpretación del protagonista. Durante esos 85 minutos que pasamos encerrados en el coche con este atormentado jefe de obra, sufrimos sus males y acompañamos en su viaje hasta Londres, mientras vemos que progresivamente su nivel de estrés aumenta y el personaje se vuelve paranoico. Tom Hardy transmite a la perfección todo lo que Locke siente, el torrente de emociones que desembocan en ese punto concreto de su existencia: un trayecto en coche hasta la ciudad de Londres. La convergencia de tres hechos en ese punto justo del calendario prometen acabar con los nervios de un hombre dolido y magullado.


La dirección y el montaje, sin alardes ni espectaculares movimientos de cámara, se fija en las expresiones de Locke, con un uso casi obsesivo de los primeros planos y los planos medios. El trabajo de fotografía tampoco reinventa la profesión, abundando en él tópicos de retrato de carreteras nocturnos como los desenfocados y las luces difuminadas por la velocidad de los coches que las emiten. Lo justo y necesario. Un viaje por carretera de noche ya tiene un juego de luces y sombras suficiente como para contar una historia oscura y dramática, cosa que Haris Zambarloukos aprovecha sin maravillar al espectador. El aspecto técnico que sí es destacable por su negativa contribución a la narración es la banda sonora de Dickon Hinchliffe, que generalmente brilla por su ausencia, y cuando no, es simple y tópica.

En Locke, un Tom Hardy barbudo conduce hasta Londres en un BMW. No hay apenas tráfico, ni persecuciones, ni accidentes, ni explosiones. Sólo él, el coche, la carretera, y un sinfín de llamadas telefónicas esperando a ser atendidas. Esta lucha de un hombre solo contra las adversidades que se presentan en su día a día es la muestra perfecta de que el cine simple y sin pretensiones también tiene su cabida en la pantalla grande.

Lo mejor: la actuación de Tom Hardy y un guión sólido que sustentan la película.
Lo peor: una banda sonora muy floja.


Título: Locke
Director: Steven Knight
Guión: Steven Knight
Fotografía: Haris Zambarloukos
Año: 2013
Duración: 85 min.
País: Reino Unido
Productora: Coproducción Reino Unido-EEUU; IM Global, Shoebox Films

Reparto: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels, Tom Holland

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22 Jump St: MÁS y MEJOR

Crítica de @PaulPorcoRosso
Como ya dije cuando hablé de El Amanecer del Planeta de los Simios, el extendido uso de secuelas en el cine ha acabado con la originalidad de los autores y su experimentación en universos creados. Parece que ninguno de los cuatro guionistas (el mismo Jonah Hill, Michael Bacall, Rodney Rothman y Oren Uziel) lo sabía, y con Infiltrados en la universidad han mejorado la experiencia, convirtiéndola en un paraíso del metacine y autoparodia: el personaje de Wyatt Russell, algo así como un Patrick Swayze que no surfea pero sí juega al fútbol americano; la recurrente referencia a la falta de presupuesto; el último tramo de película, spring break fotografiado de una forma que lo hace ser deudor de la película de 2012 de Harmony Korine, con sus colores chillones, sus ritmos dubstep, sus cámaras lentas y sus fiestas en la playa; algunas referencias a la interminable saga Arma Letal con sus correspondientes 'I'm too old for this shit'; pantallas partidas a modo Brian de Palma; Jonah Hill conduciendo un Lamborghini como Batman; el momento Benny Hill.

En esta segunda película (con un hilo argumental casi idéntico al de Infiltrados en clase), Jenko y Schmidt vuelven a ser agentes de Jump Street. La base secreta ya no se encuentra en el número 21, ni está coronada por un Jesús coreano: ahora se han mudado a la acera de enfrente, al número 22, y es una base de súper-tecnología con presupuesto ilimitado coronada por un Jesús vietnamita. Esta vez deberán infiltrarse en una universidad (para colmo, usando las mismas identidades que cuando se infiltraron en el instituto) donde recientemente ha habido un muerto por sobredosis de una nueva droga, para así encontrar al camello y eliminar una posible amenaza para todas las universidades del país. Si Infiltrados en clase no tenía ningún miedo de reírse de sí misma en todo momento, Infiltrados en la universidad se parodia a ella, a su hermana de 2012 y a la serie original de Johnny Depp en cada escena. Como Malditos vecinos (que allá por su estreno me atreví a catalogar como la gran comedia de 2014), este deleite cinéfilo no deja ni un respiro para las risas. Los gags bien trabajados se suceden uno tras otro, e incluso en las escenas de vertiente más dramática Bacall, Hill, Uziel y Rothman se las ingenian para confeccionar unos diálogos con dobles sentidos que también arrancan una sonrisa al espectador.

Como no se cansan de insistir constantemente, como si de despiadados ejecutivos de Hollywood se trataran, tanto el personaje de Ice Cube (que repite en su papel de comandante negrata con mala uva -comandante Dickson) como el de Nick Offerman a los sufridos protagonistas Chaning Tatum y Jonah Hill (que demuestran por segunda vez consecutiva ser una pareja cómica de equívocos impagable, con una química espectacular y con un talento natural para el slapstick y la comedia física), esta vez sólo tienen que hacer lo mismo que la otra vez. Y los directores y guionistas se lo toman al pie de la letra: nos hacen disfrutar tanto como niños pequeños, y nos hacen desear que, por favor, Tatum y Hill vuelvan a formar pareja bajo las órdenes de Miller y Lord. Si os gustó Infiltrados en clase, no os perdáis Infiltrados  bajo ningún concepto. Si no la habéis visto, tardáis en alquilarla en el videoclub más cercano.

Lo mejor: la sátira y quema sobre y de la posibilidad de futuras secuelas en los títulos de crédito. Hill no quiere hacer de Infiltrados en una especie de Arma letal en cuanto a calidad se refiere.
Lo peor: nada remarcable.

*FUTURO-FICCIÓN* - tras el fichaje y consiguiente éxito de James Gunn en la factoría Marvel con Los Guardianes de la Galaxia, ¿no sería delicioso que Lord y Miller dirigieran alguna película? ¿Qué tal como sustitutos de Joss Whedon en las películas de Los Vengadores?

Título: 22 Jump Street
Director: Philip Lord, Chris Miller
Guión: Jonah Hill, Michael Bacall, Rodey Rothman, Oren Uziel
Fotografía: Barry Peterson
Año: 2014
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos
Productora: Columbia Pictures / Sony

Reparto: Jonah Hill, Channing Tatum, Dave Franco, Jimmy Trato, Peter Stormare, Ice Cube, Amber Stevens, Chris Parnell, Wyatt Russell, Bill Hader, Jillian Bell, The Lucas Brothers, Craig Roberts, Marc Evan Jackson, Nick Offerman, Anna Faris

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¿Puede una película de sci-fi y acción absurda contener revelaciones filosóficas?



[[Crítica de @PaulPorcoRosso]]

Estimado lector, vamos a jugar a un juego.

Imagina una película fruto de la mezcla entre 2001: A Space Odissey, The Tree of Life y la serie Secretos del Universo con Morgan Freeman. Luces y colores en frente de la cara de Keir Dullea, mientras escudriñamos el origen del Universo, la Tierra, la vida y la humanidad a modo documental con la voz en off de Morgan Freeman. Ahora, imagina que esta mezcla se convierte en una película de acción. Con coches chocando, muchos tiroteos, persecuciones. Y ambientada medio en Taipei y medio en París. El director va a ser Luc Besson, así que sustituye al protagonista masculino, Keir Dullea, por una mujer que, además de ser un bellezón contemporáneo, sea buena actriz. Pongamos, Scarlett Johansson. Y ahora súmale al cocktail bizarro que estás elaborando en tu mente la droga de Limitless, pero que en vez de hacer a Scarlett más inteligente (que también) le dé unos súper-poderes tipo X-Men o los de Neo en Matrix. ¿Lo tienes? Bien. Pues eso es resumido en unas pocas líneas Lucy. Una locura desmesurada que no debería funcionar bajo ningún concepto, pero que por suerte funciona maravillosamente.

La película viaja de los albores de la humanidad a Taiwán, y luego a París, donde el profesor Norman (Morgan Freeman) da una conferencia sobre la evolución, el cerebro y los seres humanos, elucubrando con futuro-ficción qué ocurriría si alguien pudiera usar más del 10% de su cerebro. Mientras, en Taipei, Lucy (Scarlett Johansson), una estudiante americana asentada allí, se ve envuelta en una red de tráfico de drogas bajo el comando del Sr. Jang (Choi Min-sik). Es forzada a convertirse en una mula, transportando una sustancia sintética extremadamente peligrosa llamada CPH4 que le han puesto en el estómago mediante una operación quirúrgica. Cuando la bolsa de droga se rompe, Lucy no sólo sobrevive la sobredosis, sino que la droga consigue que cada vez use un porcentaje más elevado de su cerebro.


Las películas fantásticas y de acción con protagonista femenina nunca han cuajado en taquilla, y más bien el espectador tiende a rehuir de ellas, tras las malas experiencias que le han aportado en el cine. Hablo de Aeon Flux, Underworld, Lara Croft, Resident Evil o Catwoman. Muchos lo han intentado por activa y por pasiva, pero el único que ha conseguido hacerse un hueco contando eminentemente con heroínas de acción en su cine es el director francés Luc Besson. Él es el principal importador de heroínas de cine que valen la pena, personajes duros y luchadores, y ante todo (y perdón por la expresión) molones de la ostia. No en vano todos caímos prendados de las peripecias de Leelo (esa Mila Jovovich de pelo naranja y poco ropaje) en The Fifth Element, vimos claro que lo mejor de Malavita (aparte de De Niro haciendo de gánster otra vez) era el personaje de Dianna Agron, y que Nikita y Mathilda son dos niñas de mucho cuidado. ¡Si es que incluso intentó una versión de Juana de Arco! No sé cómo lo hará, pero el caso es que los personajes femeninos de Besson, por H o por B, siempre son interesantes y simpáticos: cosas de su cine. Zach Snyder tiene apego por los abdominales marcados, Michael Bay por las mozas que enseñan pechuga y el ejército, Wes Anderson por los travelling laterales y los colores pastel, y Luc Besson por las mujeres cañeras. Pero fuera coñas: el parisino ha hecho tanto por los personajes femeninos de acción y fantasía como Lars von Trier con los de drama. Y eso es una verdad como un templo.


Esa mezcla de homenajes a películas de ciencia ficción de Hollywood de la que hablaba al principio, forma un collage perfecto de referencias cinéfilas en el que perderse y disfrutar y no acabar irritado por ver en la película una burda copia. En la fina línea que separa la copia del homenaje, Besson se mantiene al filo: así trata de localizar la posición actual de la humanidad dentro del Universo, y se anticipa a la siguiente fase de la evolución humana (como hacen Malick y Kubrick en sus respectivas obras), y mientras Lucy se reconfigura en todos los ordenadores, smartphones y televisores del mundo, no podemos dejar de pensar que esto es más o menos lo que Trascendence querría haber sido pero por desgracia no pudo. Paradójicamente, con todas las referencias del film (supongo que buscadas) que podrían convertirlo en una amalgama del orden de Oblivion, y después de los fracasos con el drama The Lady y su aventura sin alma en el mundo de la animación con Arthur y los minimoys, esta es la pieza fílmica de Besson más enérgica desde que Bruce Willis salvara a Milla Jovovich (otro ser humano perfecto, o más bien hecho perfecto) en su cinta mítica de ciencia ficción distópica. La potencia de la fotografía de Thierry Arbogast jugando con el contraste de colores, escenas de impremeditado humor negro y la potente selección musical maquinera se combinan en algo que es, sin lugar a dudas, un trabajo de Besson.


Es justo remarcar las actuaciones de un Morgan Freeman con el piloto automático de su serie documental sobre el Universo y de un villano sobriamente interpretado por el magnífico actor coreano Choi Min-sik (al que espero que se le den más papeles en películas occidentales), y sobre todo, la de Scarlett Johansson en el papel más que complicado de comunicar sus observaciones, reacciones y epifanías morales con una falta de expresividad que se incrementa al mismo ritmo que su capacidad cerebral. Vemos perfectamente el cambio de la Lucy-humana a la Lucy-en-el-siguiente-peldaño-evolutivo a la perfección: su registro plano en los últimos minutos de película contrasta de forma brutal con la americana fiestera de los primeros. Y eso, es mérito de la actriz.

Y habiendo dicho todo esto, Besson combina a la perfección las escenas de persecución y tiroteos con monólogos de Lucy sobre las cuestiones biológicas y filosóficas que el filme plantea sobre la brevedad y belleza de cada momento, el antropocentrismo de la humanidad, y el tiempo como unidad única de todas las cosas. Sólo un ser eterno (como en el que ella se convierte) es capaz de descubrir las maravillas del Universo y sacar la venda de los ojos de los seres humanos. 


Ir buscando en Lucy una película definitiva es equivocarse tremendamente de sala, de película y de director, pero sí que es muchas cosas a la vez: una película de verano con acción y superhéroes fruto de la mente esteta del autor francés (por lo tanto, casi tan raro como un perro verde), el enésimo personaje femenino molón de su cine, un guilty pleasure pulp con bastante CGI, y un excesivo pasatiempo cuyos 85 minutos pasan como un rayo. Y si aún después de leerme no cree, estimado lector, que Lucy pueda ser un genial entretenimiento fruto de una mente privilegiada, piense un momento: el hombre que ha hecho tanto por la carrera de Milla Jovovich y Jean Reno no puede estar equivocado.

Lo mejor: la fotografía, la dirección de Besson, y las actuaciones de los tres personajes principales (Choi Min-sik, Scarlett Johansson, y Morgan Freeman).
Lo peor: en cuanto al guión, en ningún momento hay sensación de peligro real hacia Lucy, pues es un personaje prácticamente indestructible.


Crítica original en Pandora Magazine


Título: Lucy

Director: Luc Besson
Guión: Luc Besson
Fotografía: Thierry Arbogast
Año: 2014
Duración: 90 min.
País: Francia
Productora: Universal Pictures / EuropaCorp / TF1 Films Production
Reparto: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Choi Min-sik, Amr Waked, Pierre Poirot, Yvonne Gradelet, Jan Oliver Schroeder, Julian Rhind-Tutt

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DOCUMENTAL: 'Pantani: The Accidental Death of a Cyclist'

Título: Pantani: The Accidental Death of a Cyclist
Director: James Erskine
Guión: James Erskine
Fotografía: Joel Devlin
Año: 2014
Duración: 90 min.
País: Reino Unido
Productora: New Black Films
Reparto: género documental, Conan Sweeny

14 de febrero de 2004, Rímini, Italia. Marco Pantani es encontrado muerto en su habitación de hotel a la que había llegado unos días antes. El mundo del deporte se viste de negro. La muerte del ciclista, apodado El Pirata, es un golpe duro tanto para sus fans como para sus detractores. Las circunstancias de su fallecimiento siguen siendo a día de hoy (más de diez años después) un misterio. Pantani atravesaba una enorme crisis depresiva, y si bien es cierto que en su habitación se encontraron cajas vacías y iniciadas de medicamentos antidepresivos indicando un suicidio desestimado por el fiscal investigador, la autopsia estableció que el paro cardíaco resultado de un edema pulmonar y cerebral fue causado por una sobredosis de cocaína. Los padres de Pantani, Paolo y Tonina, nunca han aceptado la idea del suicidio y mucho menos la ingesta accidental de cocaína, y han conseguido la reapertura del caso tras muchos años recopilando datos junto a sus abogados. Han generando la hipótesis de que El Pirata no estuviera sólo en su habitación de hotel, y fuera golpeado y una vez inconsciente, obligado a consumir ingentes cantidades de cocaína provocándole la sobredosis y acabando con su corta vida.


Sus amigos más allegados consideran que El Pirata llevaba muerto des de esa fatídica mañana de 1999 en la localidad de Madonna di Campiglio, donde comenzaba la penúltima etapa del Giro que ya tenía prácticamente sentenciado, ya que el mazazo emocional y psicológico que supuso su expulsión por un hematocrito alto (hecho que sugiere pero no confirma un consumo de EPO) fue tremendo y el ciclista nunca volvió a levantar cabeza. Sí es cierto que luego volvió a competir en varias ocasiones, como el Tour del año 2000, mostrando destellos de su brillantez como la escapada junto a Lance Amstrong en la ascensión al Mont Ventoux. Este documental, dirigido por el desconocido James Erskine, narra (como si de una película de Socrsese se tratara) el nacimiento, ascenso y caída del mayor mito de la historia del ciclismo, el hombre que siempre miraba a la meta, que no tenía miedo de encadenar tres y cuatro esprintes en los puertos de montaña más duros del Tour, que fue capaz de salir des de la 126ª posición y terminar ganando una etapa en el Giro. Marco Pantani. El Pirata. Mediante metraje de sus mejores etapas, entrevistas a familiares, amigos y patrocinadores, y una sempiterna narración en voz en off, se repasan las etapas más duras de su carrera y sus mejores victorias, así como sus inicios en el mundo del ciclismo.

Se le puede retraer al guión de Erskine que se olvida de tratar en su documental las extrañas circunstancias de la muerte del Pirata, y por desgracia no da tanta importancia al Pantani hombre como al Pantani leyenda del ciclismo. Aún así, este magnífico documental entretendrá y fascinará tanto a los amantes del ciclismo como a los que echan la siesta las tardes de junio y julio con la Televisión Española de fondo, mientras la voz de Carlos de Andrés y Pedro Delgado acaricia sus orejas con comentarios sobre el Tour de Francia.

Lo mejor: abarca un gran espectro de público.
Lo peor: no trata el posible asesinato de Marco Pantani.

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NO ESTRENOS: Los Muppets sin Jason Segel

Título: Muppets Most Wanted! (The Muppets... Again!)
Director: James Bobin
Guión: Nicholas Stoller, James Bobin
Fotografía: Don Burgess
Duración: 112 min.
Año: 2014
País: Estados Unidos
Productora: Walt Disney Pictures / Mandeville Films
Reparto: The Muppets, Ricky Gervais, Ty Burrell, Tina Fey, Tom Hiddleston, Ray Liotta, Danny Trejo, Zach Galifianakis, Christopher Waltz, Salma Hayek, Frank Langella, Jemaine Clement, Debby Ryan, Peter Serafinowicz, Chloë Grace Moretz
Crítica de @PaulPorcoRosso

El año 2011 fue, entre de entre otras efemérides, el año de retorno de los Muppets a la gran pantalla. La vuelta fue con una historia básica, típica y muy sencilla: los Muppets debían recuperar de las garras de un malvado empresario los antiguos estudios donde los muñecos rodaban su show, con la reunión de la banda entera. Esta trama, más bien simplona y vista miles de veces por el espectador fue tratada por los guionistas (el mismo Segel y Nicholas Stoller) con reflexiones sobre el paso del tiempo, la pérdida y recuperación de la fama, y la identidad personal, dotando así una película para niños de una madurez inusual. Pero, ¿todo el mundo se dio cuenta de esto? ¿el éxito de público se debió a la nostalgia de treintañeros que crecieron con los Muppets en la televisión? ¿o conquistaron a la audiencia (nueva y vieja) con sus momentos de humor absurdo? Lo que sí se puede afirmar es que Jason Segel conquistó los corazones de los niños (ahora adultos) que crecieron con los Teleñecos y consiguió acercar a los que ahora son pequeños una parte de la historia de sus progenitores. Debido al éxito rotundo de la primera parte (que llegó a ganar un Oscar a la Mejor Canción), Disney encargó al mismo director James Bobin una segunda parte, que coescribió con Nicolas Stoller, mientras Jason Segel abandonaba el proyecto.


Muppets Most Wanted! es una secuela simpática, que no renuncia al clásico humor de los Muppets, irónico e inteligente, y que empieza con un número musical que no tiene miedo de reírse de la construcción de las secuelas y la narración cinematográfica. La sensibilidad que aportó Segel (el alma de la carta de amor a los Muppets con los que creció) a la película de 2011 se ve diezmada en pro de divertir y entretener para así afianzar a los muñecos de trapo liderados por la Rana Gustavo. Los personajes de carne y hueso que acompañan a los Muppets son más alocados si cabe que los propios Muppets: Ty Burrell fingiendo un divertido acento francés en su papel de inspector de la Interpol (que cumple y se ríe de todos los clichés sobre europeos), y Ricky Gervais con el papel de malo de la función son quien llevan la voz cantante, aunque la cinta está repleta de cameos de estrellas del Hollywood actual (junto a los números musicales, característica principal de las películas de los Muppets). Ahí están Tom Hiddleston, Ray Liotta, Danny Trejo, Zach Galifianakis, Christoph Waltz y muchos otros que en ocasiones no aparecen más de un minuto en pantalla.


Pero sigue habiendo un mensaje oculto bajo las divertidas peripecias del doble maligno de Gustavo, Constantine, y los locos números musicales de cada uno de los Muppets. Esta secuela habla del egoísmo, los lazos que unen a las personas y de lo efímero que es el éxito, pero en un subtexto que de tan leve, es imposible de apreciar. No llega a la madurez de su predecesora ni tiene la misma profundidad, pero tampoco lo pretende: estamos sólo ante una secuela que busca alargar el éxito Muppet y divertir a los que decidan entrar en su juego humorístico de personajes absurdos.

Lo mejor: más sentido del humor que le otorga la capacidad de reírse, ante todo, de ella misma.
Lo peor: se abandona la madurez para dar paso a un sinfín de gags. Le cuesta encontrar el equilibrio entre humor y drama.

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